“El cansancio, el hambre, el frío, y hasta el peligro que entraña el servicio de emergencia, no se comparan con la inmensa satisfacción de haber salvado una vida. ¡Por eso soy socorrista!”.
Fueron estas palabras que alguna vez le escuché decir a Rita Amaya, socorrista de la Cruz Roja de Ixtlán y quien en incontables ocasiones ha arriesgado su vida para salvar la de otros, así sea de día, de noche, fecha festiva, etc… Ella siempre está atenta a ayudar al prójimo en situaciones de emergencia, al igual que Alba y que Ariel, Pancha y don León, Aldo e Isamara, Lucía y Manuel, así como los “Luises” – hijo y padre -.
Ellos, al igual que todos los socorristas del mundo estarán celebrando hoy su día. Héroes anónimos que día a día a día trabajan con el corazón para salvar las vidas de quienes están en peligro.
Ellos son quienes están ahí cuando más los necesitamos en un momento de desesperación por salvar nuestras vidas, con ese uniforme que inspira confianza y respeto; y puedes ser socorrista, paramédicos, TUMS, enfermeros. A veces los encontramos en la carretera viajando a grandes velocidades a bordo de una ambulancia y con una finalidad: Salvar vidas.
Se ha demostrado que en cualquier lugar, por bueno o malo que esté y se encuentre una persona enferma, herida o que necesite atención médica inmediata, los héroes anónimos ahí estarán utilizando el ingenio y poniendo en práctica sus conocimientos adquiridos en la escuela de socorrista o por su propia experiencia; en un cerro, en un canal, en una azotea, en el interior de un vehículo o de una casa, en el lugar más escondido y riesgoso, ¡ahí están ellos!, ¡listos para entrar en acción!
A veces ni siquiera las gracias les damos después de habernos salvado la vida. Pero a ellos no les importa. Sin embargo les resulta muy satisfactorio que alguien les reconozca su labor.
La vida social es poca, ya que si saben de alguien que necesite de su ayuda, van y apoyan al necesitado, aunque esto a veces les puede provocar problemas en sus familias, con sus parejas, con sus amigos; ¿y todo por qué?, pues por ayudar a quienes ni siquiera conocen, o quizás a quienes algún día los observó pidiendo dinero en el crucero y les cerró la ventana de su coche.
El ser socorrista implica a veces sufrir agresiones e insultos; e incluso humillaciones pues muchos imaginan que “para eso les pagan”, cuando no es así. Y por necesidades de servicio tienen que trabajar a veces más tiempo; y cuando la sociedad descansa o se divierte, ellos lo dejan todo por acudir al llamado.
También son constantes sus encuentros con drogadictos, con dementes, borrachos y uno que otro influyente. Todos ellos prepotentes y agresivos; pero la voluntad de servir los hace soportar todo eso, aunque la sociedad muchas veces no se los reconozca.
¿Cuántos se acordarán hoy de ellos?…. Nosotros sí; por eso va un reconocimiento sincero a quienes realizan estas labores desde algún lugar, pero en especial a los que prestan sus servicios a la Cruz Roja de Ixtlán, ¡ENHORABUENA.
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