Hay un dicho que reza: “La vida dura tres días, y dos ya han pasado”. El tiempo pasa tan de prisa que tan solo nos damos oportunidad de sobrevivir. Somos esclavos de la rutina y pasamos cada uno de nuestros días sumergidos en un mar de problemas y de situaciones triviales que pocos momentos libres nos dejan.
He dedicado algunos instantes a recordar cuándo fue la última vez que estando en alguna reunión o simplemente hablando con alguien haya escuchado algún comentario que dijera algo tan simple como: “Ayer vi un hermoso atardecer”, o “vi a un grupo lindísimo de aves volar hacia el sur”.
¡No puedo recordarlo! Piénsenlo bien y estarán de acuerdo conmigo en que este tipo de comentarios ya no se escuchan fácilmente.
Alguno pensará en este momento que esos son comentarios superficiales, que “Nieves está loco”, o que son opiniones de gente que no tiene nada de qué hablar, que mejor sería discutir los temas de actualidad, como son las crisis económicas en el mundo o la falta de valores que vive la sociedad, especialmente en México.
Y bueno, si bien es cierto que estos son temas de interés para todos ya que los vivimos 24 horas al día, todos los días, y que además somos perjudicados por ello, también es cierto que en el mundo existen muchas cosas más que valen la pena apreciar pero que por decisión propia o de la misma sociedad, nos hemos abstraído de ellas sin darnos cuenta.
Vivimos en un mundo en el cual es más importante saber a quién mataron, a quien asesinaron, quién se divorció o cuál fulano detuvieron, que indagar cómo amaneció nuestra madre, nuestra esposa, nuestro esposo, o cuál es la situación de nuestros hijos en la escuela.
Con esto quiero decir que hemos puesto a las personas en el segundo plano; que nos hemos vuelto frívolos y egoístas; que solo nos importa lo que está en “nuestro” mundo, y cualquier situación, persona o cosa que no pertenezca a él, no nos importa.
Nos hemos olvidado que somos las personas las que movemos al mundo y no al revés. Hemos olvidado el “vivir”, para pasar tan solo a “sobrevivir” en un mundo tan regido por el caos y la complejidad.
Cuantificamos nuestro tiempo en dinero. No nos importa pasar algunas horas extras en nuestro trabajo para ganar una mejor posición en la empresa y sentir que así podemos ganar el mundo; pero nunca nos percatamos que al hacer eso estamos perdiendo cosas tan grandes como: la infancia de nuestros hijos, que, de un momento a otro, ya son adultos. La oportunidad de disfrutar a nuestros padres (los que aun los tienen), de visitar algún amigo, o simplemente escribir unas pocas líneas como estas.
Pero lo más irónico de esto es que estas cosas que alimentan y engrandecen al ser humano son gratis y tan solo nos cuestan un poco de nuestro tiempo.
Al escribir estas palabras me he dado cuenta que es más valioso para mi pasar 30 minutos con mis hijos jugando, que pasar tres horas intentando terminar algún artículo que de cualquier forma he de terminar a como dé lugar.
Me he dado cuenta que me cuesta menos tomar el teléfono y hablarle a cualquier amigo para preguntarle sobre que tal amaneció hoy, a discutir interminablemente con algunas personas sobre el tema de una nota.
Me he dado cuenta que es más importante para mi escuchar los sueños de mis amigos, que ver las frivolidades que pasan por la televisión, como los talk shows “Doce corazones”, “Es de noche y ya llegué” o “Está cañón”.
¡Me he dado cuenta de las cosas que hacen sentirme vivo! Estoy convencido de que nacimos para vivir. Mira a tu alrededor, y ante tanta grandeza, responde: ¿PIENSAS SEGUIR SOBREVIVIENDO? ¡¿POR QUÉ NO EMPIEZAS A VIVIR?!
Discussion about this post