Luego de engullirme unas rebanadas de sandía y papaya – mi desayuno preferido – encendí mi CPU, abrí la página de Facebook para leer los mensajes más recientes y me entero que la revista líderes dio a conocer la lista de los 300 líderes más influyentes de México.
El primero es José Antonio Meade y luego le sigue Pedro Joaquín Coldwel, Titular de SENER.
En el mismo cuadro aparecen Luis Videgaray, el mero mero chicopludo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, mientras que el titular de SEGOB, Miguel Ángel Osorio Chong se encuentra en el décimo lugar, y así mismo se enlista a deportistas, artistas, y en fin…
Los 300 líderes más influyentes de México recién sostuvieron un encuentro con el Presidente de México Enrique Peña Nieto; y, según supe, el mandatario no se puso a halagarlos, como lo haría cualquiera; sino que los retó a ser verdaderamente lo que se dice de ellos: líderes.
Tras ir adentrándome en la lista fue creciendo mi estupefacción; y sentí una especie de decepción al no ver en es elenco a verdaderos líderes que, aunque no manejan “masas”, luchan día a día por no dejarse vencer.
Entiendo que hay líderes naturales y líderes que se hacen. Los primeros son aquellos que se levantan por la mañana y tienen cien tareas para realizar, pero, a pesar de que son muchas, logran hacer todo lo que sea necesario para cumplirlas.
Pero no todos los líderes son innatos; se hacen con la marcha siguiendo una combinación de compromiso, disciplina, deseo de crecer, aprender y madurar.
Hay líderes que inspiran, que motivan, que influencian, que con sus actitudes nos convencen, que luchan, que nada los doblega a pesar de las adversidades…
Creo – insisto – que cada persona que lucha día a día es un líder por no dejarse vencer. Por eso me inconformo ante la revista Líderes por no incluir en su lista a Carmelo Fregoso, quien en su soledad busca el sustento diario manejando su triciclo por las calles de Ahuacatlán y su cajón de bolero.
Sugiero que también se enliste a la señora Martha “N”, quien debe de mantener a sus cuatro hijos “estirando” los 80 pesos que gana al día como empleada doméstica.
Debieron haber fijado su vista en Bethy Arvizu, quien va a donar uno de sus riñones a una señora que ni siquiera conocía; o en doña Rosario Hernández quien vendió sus tres cerditos para pagar un medicamento que su hijo requiere de por vida.
Y así podría seguirle, porque todos desde nuestras trincheras somos líderes, ya sea en nuestras familias, comunidades, trabajo, escuelas, Etc. Nosotros somos los más responsables de hacer el cambio y no esperar a que papá gobierno y mamá religión nos resuelvan los problemas.
Discussion about this post