Cuando Luis García dio a conocer la alineación de la selección de Rusia, dije en voz baja: “¡Chin!, ya valió Wilson”. Y es que, clarito escuché el nombre de “Gokú”, ese personaje de las caricaturas y héroe de muchos niños. Pero no, resulta que se trataba de Glushakov; y entonces pude respirar tranquilo.
Tal vez las enseñanzas del licenciado Pérez Gómez dieron resultado pues, sin el afán de presumir muchote, acerté en mis pronósticos: “¡Vamos a ganar dos-uno!, le habría dicho en la mañana a Cesarín, mi hijo. No le di importancia a los vaticinios de los comentaristas de “La Primera palabra”, quienes aseguraban un triunfo por goleada o con una diferencia de dos goles cuando menos. No, yo pensé: Ante su público y con las “jaladas” de Osorio todo puedes suceder. Así es que predije el 2-1.
No quise ir a ninguna parte. Pedí que me dejaran en paz y así me quedé en casa a ver el partido, pero antes de que se iniciaran las hostilidades ¡zaz!, que se apaga la Panasonic “¡No puede ser! – dije para mis adentros – ¡No puedo perderme este partido!”.
Como loco empecé a mover cables. Golpeé el control contra la pared, ¡Y nada! En eso se me ocurre cerrar un poco más las clavijas del enchufe y ¡Santo remedio!
El gol de Samedov al minuto 6 me puso al borde del soponcio. Rusia había aventajado el marcador, pero yo confiaba en mis pronósticos y dije “orita empatamos”.
Y efectivamente, el cabezazo de Araujo me tranquilizó luego de que éste anidó el balón en las redes. Después vino el gol de lozano y se reanimó me fervor que estaba apretujado y al borde del nocáut.
Nomás dos goles les metimos a estos hijos de Putin, y hasta quizás les pudimos haber metido más, pero con esos me conformo; al cabo ya estamos en semifinales y que nos echen al que sea…
Solo me resta decir que, con tanto fútbol, ya traigo los ojos convertidos en gajos de balón y yo digo que sí podemos traernos esa Copa Confederaciones. ¡Me cae que sí podemos!
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