Un niño le dijo a su papá: “Papá, me gustaron mucho todos los regalos que me diste hoy en mi cumpleaños. Sin embargo, deseo pedirte una cosa que realmente me haría más feliz que el carro con control remoto, la fiesta, la ropa y los payasos.
Lo que yo quiero papá – abundó – es que me regales un domingo enterito y para mí solito. Ese domingo, deseo que me levantes tempranito, me lleves al patio a enseñarme cómo se meten los goles; quisiera también que me contaras un cuento de miedo, y me explicaras algunas cosas que dicen a cada rato y que yo no entiendo.
Quiero, por ejemplo, saber: Qué es interés, lógica, financiamiento, estrés, mundo de perros y no tener tiempo para nada. Sobre todo eso de “no tener tiempo para nada”, porque me lo dices siempre que tengo algo que preguntarte, o cuando te pido que juegues conmigo.
Quiero que me expliques por qué dices que quien no tiene dinero, no vale, y que todo tenga precio en la vida. ¿Sabes?, el chofer del minibús es pobre; él habla mucho conmigo, y un día me dijo: “El dinero no hace mejor a la gente, es más, me contó que a veces daña”.
Por eso quiero que tú me expliques ¿por qué él piensa tan diferente? él es pobre, y dice que su mayor riqueza son sus hijos. A mí me gusta mucho hablar con él y no quiero que deje de manejar el camioncito, aunque no tenga dinero, ni sea gente importante, como te gusta a ti.
Papito, ese domingo deseo también que me digas qué haces para hacer llorar a mamá, y por qué ella les dice a sus amigas que es mejor no casarse, que los hombres no valoran a las mujeres, y que todos son sinvergüenzas y mujeriegos, ¿qué es mujeriego, papi?
Tú dices que todo tiene una explicación lógica, cosa que no comprendo bien; por eso, no sé la lógica de querer pasar un día enterito contigo. Sólo sé que quiero hacerlo entonces me imagino que la lógica tiene que ver con querer las cosas ¿o no?
Ese domingo, quiero enseñarte la diferencia entre Nicolás, que es mi nombre y “el niño”, de quien le hablas a mi mamá. Me molesta oírte gritar: ¿Se durmió el niño?, ¿ya comió el niño?, ¿ya vestiste al niño?, ¡Cómo molesta el niño! ¿Qué tal si mejor me dices Nicolás?
También quiero, papito, que me contestes algunas cosas: ¿Por qué a la secretaria del escritorio de delante de tu oficina la miras con una sonrisa y le dices a todo “por favor”? En cambio, a la señora Ruth, casi ni la saludas. ¿Por qué te mueres de la risa cuando llama alguien con quien no quieres hablar, y empiezas a jugar como a la mímica, levantando los brazos y haciendo aspavientos?
Dime por favor ¿es acaso una bruja mi abuela?, ¿es cierto que mi tía Sofía es amargada?, ¿mi mamá una creída?, ¿tu amigo Ernesto un enfadoso?, y ¿tú un machito?
Por ser tan pequeño no comprendo que los sábados te bañes y perfumes más que cuando vas a trabajar y llegas bien tarde; lo sé, porque a veces te oigo tropezar y pelear. ¿Qué tal si un sábado de éstos sales con mi mamá? ¿O nos divertimos juntos los tres?”.
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