Francisco Javier Nieves Aguilar
Con cuidado, poco a poco me fui sumergiendo entre aquella agua turbia, cafesosa, como cuando era un chiquillo. Juan y Jau ya estaba adentro de aquel refrescante charco. La cascada de apenas seis metros de altura caía sobre sus espaldas, ¡Sabroso!
Al poco rato me vi también en medio del fangal. Luego me acomodé bajo la pequeña catarata. Sentí el fuerte golpeteo de las aguas mientras la adrenalina corría por mi cuerpo. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de estos prodigios de la naturaleza.
Sábado 04 de septiembre; 12 del mediodía. A esa hora iniciamos el trayecto hacia “Los Arcos”. Juan y Jau, mis amigazos del alma me habían invitado en la víspera a vivir una aventura, allá por aquellos rumbos.
Con el solo hecho de pensar que reviviría épocas pasadas mi espíritu se reconfortaba. No había sido una semana venturosa; por eso no quise desaprovechar esta magnífica oportunidad. Ahí despejaría todas mis tensiones, los sinsabores de los días anteriores.
Luego de haber traspasado la huerta de “Chico el Alacrán”, arribamos al “Ataquito”. Ahí solía dizque nadar en mi niñez.
Ascendimos hacia “Los Chorros”, cuyo estanque es resguardado ahora con una malla ciclónica. Divisé hacia el Cerrito de la Cueva –conocido hoy como La Escalinata—y a lo lejos miré las nopaleras y los cercos de piedra donde cazábamos ardillas con “El Coronel” –un noble perro propiedad de la familia Varela–. ¡Cuántas ardillas degusté en mi niñez y adolescencia!; mi madre las preparaba de una forma tan exquisita que nos relamíamos los dedos.
Vestidos con ropa ligera, Juan Jau y yo llegamos a Los Arcos poco después de la una de la tarde. Mientras bajaba hacia ese charco rememoré también aquella culebra que surgió de pronto y que hizo correr a mi amigo Chago Hernández, un día de otoño; “¡Ay amá, ay apá, ay amá, ay apá!”, gritó, tratando de ponerse lejos de aquel reptil.
Mientras nos bañábamos, avisté también aquella piedra que nos servía para saltar hacia la charca, “a picados o a panzazos”, según fuera la habilidad de cada quien. Yo nunca pude aprender a echar picados; tampoco me enseñé a nadar.
Una ocasión –allá a finales de los años 70´s– después de aventarme un gracioso “panzazo” sentí un fuerte dolor a la altura de la ingle. Ya no pude estar en paz. El regreso se me dificultó muchísimo. A duras penas logré llegar a mi casa, situada en aquel entonces por la calle de Abasolo.
Al explorarme observé una hinchazón en la ingle. Les comuniqué mi estado a mis padres. Ellos se asustaron y decidieron consultar el problema con “Chuy el Médico”. “¡Trae una hernia! –les dijo el galeno–; necesita reposo y tendrá forzosamente que ser operado”. Dieciocho años soporté esa hernia. Me operaron en mayo de 1987.
El sábado pude recordar aquellas aventuras. Pero en fin; les decía que esta vez, Juan, Jau y yo disfrutamos de las refrescantes aguas de Los Arcos. Ni en los balnearios de Uzeta o de Acatique, ni en Amatlán de Cañas o en El Suspiro, ni tampoco en El Anhelo y ni en “La Ilusión” se puede disfrutar tanto como en este charco bañado por esta cascada; al aire libre, en medio de la naturaleza.
La pequeña catarata puede servir incluso como punto de masaje. ¡Se siente rico que el agua caiga sobre tus espaldas!
Ya estando ahí, bajamos unos cuantos metros sobre el mismo arroyo. Llegamos a un sitio conocido como “La resbaladilla”. ¡Me cai que yo me sentía como un chiquillo!, ¡A gusto!, fuera de tensiones o preocupaciones. Las burbujas del agua golpeaban la parte inferior de la espaldilla, a la altura de los riñones. La sensación es mucho más placentera que la que prodigan los mejores masajistas.
Pudimos haber “bajado” hacia “El Corazón” –otro pequeño charco ubicado en el mismo arroyo–; pero el tiempo se acortaba y preferimos emprender el regreso.
Al desandar el camino me detuve unos momentos entre los tunales, solo para recordar aquellos días en que solía trasladarme al cerro para cortar este fruto rojizo que producen las nopaleras. No pude sustraerme tampoco de cortar unas cuantas agualamas, en tanto que las lagartijas se escondían entre los huizachales. ¡Qué sábado tan delicioso!
Discussion about this post