Es imposible que un político llegue al poder debido al sufragio efectivo, entendido como aquel que emiten los ciudadanos para decidir quiénes serán los que tienen que decidir por ellos, y que al término de su mandato, realmente hayan cumplido, es decir, hayan “hecho” efectivo el voto que les confiaron sus representados para hacer lo que los ciudadanos le hubiesen ordenado hacer en caso de que se les consultase.
Los ciudadanos jamás permitirían, por ejemplo, que los diputados o regidores avalaran los altos sueldos que reciben los servidores públicos; sean de confianza, o sean de base. Y si nos atenemos a los proyectos de obra, al cobro de contribuciones, o a la realización de cualquier acto de gobierno dirigido a favorecer a cierto sector de la sociedad, tampoco habría un consenso entre representado y representante. ¡Aunque sean del mismo partido! Cada quién procuraría que le fuera mejor en su ciudad, en su colonia o en su familia. A esto se le llama “lucha de intereses”.
Es inherente a la naturaleza humana, imperfecta y veleidosa, buscar sus propios intereses. Y el político es, dentro de todos, el más proclive a caer en esa trampa de pretender solucionarlo todo. Algunos, con mejor talante, confían en la consulta popular. Pero no hacen otra cosa que procurarse la aclamación, y entonces lejos de buscar una respuesta, son ellos quienes la imponen por la persuasiva de sus palabras.
Si el voto no es efectivo para cumplir con la voluntad popular cuando ésta no se hace valer en cualquier gobierno, mucho menos lo es antes de que se emita en las urnas. Para que un voto sea legítimo, se necesita que en los estados concurran dos circunstancias precisas: libertad e igualdad.
Los ciudadanos no son del todo libres porque siempre estarán mediados por su entorno. La educación, la cultura, el trabajo, los medios de comunicación, etcétera. Tampoco son iguales porque habrá quienes sean más ricos o más pobres, más honestos o más hipócritas. En esas condiciones también están los partidos y los candidatos. Por eso es que no hay una forma de elegir libre e igualitariamente. La democracia no existe.
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