ʘ Josefa Flores, otro personaje que don Ireneo Paz nos describe en su libro “Leyendas Históricas”.
He aquí otro personaje histórico o de leyenda que giró en torno de Manuel Lozada – el “Tigre de Álica” -. Ella es Josefa Flores.
Mucho se ha dicho sobre los tesoros enterrados en la sierra de nuestro estado, por donde hacía de las suyas Manuel Lozada “El Tigre de Álica”.
En algún lugar en la sierra de Huaynamota, un día Josefa Flores, querida de Margarito, uno de los hombres de mucha confianza de Lozada, le dijo:
- Me has de llevar al lugar en donde pusieron el tesoro.
Margarito le contestó:
- Sólo don Placido se quedó con don Manuel Lozada cuando enterraron las cajas. Así que sólo ellos dos saben en donde se encuentra.
- Entonces esperaremos a que muera don Manuel – dijo la Josefa – para encargarnos de arrancarle el secreto a don Plácido, haciéndole una proposición.
- No morirá mi jefe porque yo lo defenderé a todo trance – dijo Margarito a Josefa, como resentido de aquella suposición –.
- Eso la yo veremos – contestó la Josefa, encogiéndose de hombros -.
Esta discusión se presenta cuando la estrella de Manuel Lozada había declinado, y sus hombres, entre otros Agatón Martínez, Domingo Nava y Andrés Rosales, reunidos en el hotel Bola de Oro en Tepic, deciden abandonarlo a su suerte y pasarse a las ordenes de Ramón Corona, por la razón de que Lozada hacía más caso a don Placido de la Vega, quien abrigaba la ilusión de formar la república de Occidente y que sufrieron tremenda derrota en las inmediaciones con Guadalajara.
Manuel Lozada, don Placido de la Vega y los pocos hombres que los seguían, entre ellos Ramón Galván, habían pasado los depósitos que tenían en San Luis a Huaynamota.
Ya en ese lugar, Lozada y De la Vega, acompañados de tres hombres, entre ellos uno de mucha confianza llamado Margarito, trasladan al otro lado del arroyo unas cajas de madera que contienen los tesoros del Tigre de Álica, oro y joyas que según éste, ascienden a la cantidad de cuatro millones de pesos. Los tres hombres dejan las cajas y únicamente Lozada y don Plácido excavan y entierran por la noche dichos tesoros.
Cuando llegan a Huaynamota, los enemigos de Lozada: Navarro, Rosales y Ceballos se realiza el enfrentamiento. Don Placido aprovecha la noche y huye hacia Tepic y de aquí se traslada a Estados Unidos.
Lozada logra esconderse en los barrancos que abundan en el lugar. Ya son pocos los que lo acompañan, entre ellos su querida – de quien no se da el nombre – su amigo Margarito y la querida de éste, Josefa Flores. En estos refugios es donde Josefa le pregunta a Margarito sobre el tesoro enterrado.
Como al día siguiente debían pernoctar en el fondo de una barranca en donde está una gruta en que cabían hombres y caballos. Ella desapareció para ir a dar aviso a la primera fuerza enemiga que encontrara.
Encuentra a Andrés Rosales y le da aviso. Fue entonces a asomarse a la barranca y divisó cerca de la cueva unas ropas tendidas. “Allí está Lozada”, le dijo Josefa. Al oscurecer Lozada es aprehendido, muriendo Margarito en la refriega.
Estando don Placido de la Vega en Estados Unidos se encuentra con don Porfirio Díaz, después de haber sufrido la derrota de Icamole. Don Plácido le prestó algunos servicios para congraciarse con él por si triunfaba la revolución.
La revolución de Tuxtepec triunfó y don Plácido se presentó a México a reclamar el premio de sus servicios.
Estaba don Plácido en el Hotel Iturbide cuando se le presentó una mujer.
- Señor – le dijo – yo también estoy en el secreto del tesoro de don Manuel Lozada y vengo a que nos pongamos de acuerdo para sacarlo -. Don Plácido exclamó:
- Ah ya recuerdo; tú eres la Josefa. Tu marido, en efecto, nos acompañó en aquella terrible noche.
Diciendo esto, don Plácito se dirigió a un baúl, lo abrió y sacó de allí un plano con diversas explicaciones manuscritas. Lo mostró de lejos a Josefa, diciéndole:
- Aquí está el secreto, pero esta es la herencia para mi hijo Rodolfo.
Josefa insistió en que tuvieran un acomodo y don Plácido la citó para otra conferencia que no se verificó porque nunca pudo conseguir ya que la recibiera; sin embargo Josefa no lo perdió de vista, supo que no había arreglado nada con el gobierno y que volvía a Sinaloa sin duda con el ánimo de ir a la sierra en la primera oportunidad.
Entonces ella se fue siguiéndole los pasos a Acapulco sin que él lo advirtiera, y una vez allí, fingiéndose criada en la fonda donde él comía, derrama en su vino una buena cantidad de opio.
Cuando De la Vega estaba privado del conocimiento por el opio que fue lo que le produjo la muerte en el mismo Puerto de Acapulco, ella se introdujo en su cuarto y extrajo de la maleta el papel que contenía la relación del tesoro de Lozada.
Era este un plano muy bien hecho de la población de Huaynamota, de las lomas y del sitio a donde había acompañado a Lozada a ocultar el tesoro. Este documento fue puesto en manos del General José Ceballos cuando era gobernador del distrito.
Una comisión fue a reconocer el lugar e hizo allí y en otros puntos que se le designaron algunas excavaciones sin fruto alguno, pues Lozada tuvo tiempo de cambiar las cajas con el oro y las joyas a otro sitio que tal vez no se descubrirá nunca.
Para concluir don Irineo Paz dice:
- La sierra de Nayarit, no obstante abrigar en su seno tanta riqueza, es ahora uno de los puntos más miserables de la república. Los curas y los clérigos – continúa diciendo don Irineo -, son los dueños de las mujeres entre las cuales hay indias hermosas y ejercen sobre ellas el antiguo derecho de la piernada. escanio7@hotmail.com
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