Francisco Javier Nieves Aguilar
Entre vacas y cabras, colinas y arroyos empinados, la comunidad de Apozolco, municipio de La Yesca vio nacer a Benito Casillas Calderas, primogénito de un matrimonio subyugado por los acontecimientos de la época pre revolucionaria.
Las circunstancias de aquel entonces movilizaron a la familia para establecerse posteriormente en la pequeña comunidad de San Valentín, municipio de Amatlán de Cañas.
Hoy, don Benito es uno de los hombres más longevos de la región sur del estado. Perdió la vista por completo y su sentido del oído está afectado seriamente, pero llama la atención su serenidad y lucidez, aunque no habla mucho.
Reposando en la pequeña estancia –acondicionada también como sala de entretenimiento—de la Casa Hogar de Ahuacatlán, Don Benito Casillas Calderas exhibe un acta que da fe de su fecha de nacimiento: 21 de marzo de 1908.
Y bueno, si las matemáticas no nos fallan diríamos entonces que este buen hombre, si Dios así lo permite, estará cumpliendo para el próximo mes de marzo la friolera cantidad de ¡103 años!
Nació pues justamente el día del natalicio de Don Benito Juárez, pero 102 años después, al inicio de la primavera.
Pese a su avanzada edad, el estado de salud de Don Benito Casillas no es tan deplorable, solo que hay que hablarle fuerte para que pueda escuchar; y aún con todo se comporta con suma docilidad; “No es nada de enfadoso”, dice su enfermera Candelaria Concepción Partida.
A la Casa Hogar de Ahuacatlán llegó a principios de marzo, sabiendo que aquí recibiría una buena atención. Su hija Ramona Casillas, a pesar de que radica en los Estados Unidos, no se ha desatendido de él. Trata de que nada le falte en el citado recinto.
Su esposa Manuela Martínez falleció hace ya algún tiempo; pero la memoria de don Benito guarda la imagen de la mujer con la que compartió los mejores años de su vida.
Parece que va a derramar una lágrima al recordar a su mujer, pero sus pensamientos son interrumpidos por la enfermera y por la cocinera María Magdalena Loera; “Por ahí nos dijeron que eras muy noviero, Benito, ¿Es cierto eso?”, interrogan. Don Benito esboza una sonrisa, “¡Nomás tuve como unas 20!”, responde jactancioso.
Don Benito Casillas, de joven fue un hombre muy alegre. No se perdía ni un solo baile; y lo mismo se desplazaba a Los Cerritos que a Los Mezquites, a Tepuzhuacán o a La Estancia de los López, pero confiesa que prefería la música de acordeón, más aún si había mujeres, tequila o cerveza.
También vivió épocas amargas: Temblores e inundaciones, y toda la etapa de “Los Cristeros”. “Pos nomás aparecían los colgados tambaleándose de los árboles; y también me tocó ver cuando los fusilaban”, confiesa, sin que parezca darle mucha importancia a aquella época.
La vida de don Benito Casillas transcurre con mucha tranquilidad. Las atenciones que recibe en la Casa Hogar de Ahuacatlán son de primera. Normalmente se levanta entre siete y siete y media de la mañana. Reposa unos momentos en la Estancia para luego dirigirse al comedor; claro, apoyado por los trabajadores del recinto.
Desayuna bastante bien; huevos y/o frijoles, avena o canela, hot cakes y leche. Al mediodía se zampa algún consomé, sopa y un guisado. El pollo es una de sus comidas favoritas; y al terminar de comer se le conduce al baño y luego a su habitación. Ya no se levanta sino hasta el día siguiente. La cocinera le lleva la cena a su cuarto.
A fuerzas de ser sinceros, Don Benito Casillas no aparenta la edad que tiene. Se ve “chapeteado” y su pelo no está blanco del todo. Tampoco se aprecian muchas arrugas en su rostro y su semblante no es nada sombrío.
De seguir con esa rutina, es muy probable que lo veamos celebrar sus 103 años de edad el próximo 21 de marzo, y quizás su vida se prolongue otros años más, porque Don Benito aún se ve fuerte y resistente.
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