Misael de Santiago Velasco
Haciendo historia de mi pueblo natal, Ixtlán, las personas que tenían necesidad de trasladarse a otras ciudades como Tepic o Guadalajara o más allá, hacia el norte o sur, lo tenían que hacer en una “diligencia” jalada por mulas. Es entendible que el trayecto duraba horas o días, sin olvidar el cansancio que provocaba este tipo de transporte.
Con los años el Camino Real fue adaptándose en carretera, o sea con nueva tecnología, uso de asfalto con el famoso chapopote y con material especial para hacer la mezcla.
Me platicaba mi papá, José de Santiago Carrillo (+), que había cuadrillas de Guadalajara a Ixtlán y otra de Ixtlán Guadalajara. Una muestra de ello es el gran pozo que se encuentra en las faldas del cerro de Santa Catarina o “Cristo Rey”, de donde se extrajeron cientos de toneladas de lo que se conoce como balastro.
Pues bien, el uso de la carretera pavimentada –estoy hablando por allá de los años 40– motivó el uso de vehículos motores, tanto particulares como de servicio público. Así nacieron las uniones de camioneros, como los Transporte del Pacífico de pasaje, hacia el norte y sur.
De esta forma, en una de las esquinas de la Av. Hidalgo con Colón, se estableció una terminal en donde se vendían boletos para el servicio de pasaje conforme a horarios establecidos. Eran muchas las personas que usaban este tipo de transporte. Así surgieron los vendedores ambulantes, dominando las taqueras y tamaleras. Algunas de ellas con bastante pulmón, para gritarle a los clientes “¡Venga y compre sus taquitos de frijol y de carne bien calientitos!” o “¡Tamales, tamales joven; venga por sus tamales!”. ¿Tacos joven?
Los que vendían agua fresca igual invitando a los viajeros a consumir el producto; y con el tiempo surgieron los fruteros, y más cuando la zafra del durazno del monte estaba en su apogeo.
Después surgieron los vendedores de caña pelada y en bolsitas. Por eso a la Calle Real –la Hidalgo– se le decía la “calle blanca” debido a la basura que dejaban los consumidores de caña.
También surgieron varios restaurantes como el de Concha Armas, el Lala, donde una guapa dama a los comensales, hija del propietario que trajo loco en amores a una que otro parroquiano.
Por la Hidalgo, a la par de la terminal de autobuses, surgieron restaurantes que no solo daban servicio a los pasajeros, sino a los choferes y changos de camiones de carga y particulares que usaban la rúa, a las que se le denominó carretera “Internacional” o la 15, Nogales – México.
La terminal estaba en una esquina. Tenía sala de espera, taquilla, un área para equipaje y sanitarios. Fue atendida por Don Hilario Gómez y sus hijos. Conforme al tiempo y a la demanda de pasajeros, tanto al sur como al norte, surgieron nuevas líneas, como la de “Tres Estrellas de Oro” de clase primera, y los “Transporte Norte de Sonora” que hacían recorrido hasta el D.F. y Tijuana, con autobuses modernos o sea “chatos”, dado que con los que inició el pacífico eran “trompudos”.
En los años 50´s, estas terminales daban servicio óptimo. Había autobuses que pasaban con lleno completo, sobre todo hacia el norte, en virtud que se abrió el convenio que había con las autoridades de emigración de Estados Unidos, el de ocupar mano de obra de trabajadores mexicanos –braceros–, los cuales pasaban por Ixtlán rumbo al norte a trabajar, sobre todo en el campo, por contrato. En estos años las clásicas taqueras, tamaleras, agua fresqueros, fruteros, los restauranteros y otros vendedores de otro tipo de servicio sacaban lo suficiente para el sustento del día, o sea el circulante era permanente.
En esos años, la Calle Real –o sea la Hidalgo de Ixtlán del Río–, tenía un flujo vehicular bastante extenso. Algunos accidentes se provocaron ya sea por la imprudencia de los choferes o de los propios peatones. Había guardia permanente de seguridad pública para resguardar tanto a los parroquianos como a los que pasaban por el pueblo.
Con los años desapareció el contrato de mano de obra hacia los Estados Unidos. Poco a poco desapareció también ese centro “comercial” en torno a las terminales, y más cuando el tráfico ya pasa por la carretera de cuota.
Cerca de las calles Colón e Hidalgo aun hay vendedores ambulantes, pero no como antes. Hubo familias enteras que sus hijos se formaron con lo que sus padres ganaron en el comercio en torno a la terminal de autobuses.
Varias gentes vivieron de lo que ganaban en los alrededores de la terminal, ya sea de cargadores, limpiar los vehículos, echarles agua, revisar el aceite, limpiar vidrios y por lo que recibía buena propina.
Les cuento que la “Terminal” de autobuses, la primera de Ixtlán, dio sustento a varias personas o a familias enteras de Ixtlán del Río. Ahora, en ese rumbo está una terminal de Ómnibus de México, más adelantito está la terminal conocida como la de Marina Muro, y en torno a ellas varios vendedores ambulantes y otros con puestos fijos.
Esto es algo de la historia de mi querido Pueblo Ixtlán del Río, Nayarit, donde habitan los “Ombligos Dulces”. Bueno, esto será otro tema se los prometo.
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