Conmemorando dos años de la partida de mi esposa, un legado de sapiencia y fortaleza.
FRANCISCO JAVIER NIEVES AGUILAR.
El lunes 22 de agosto del 2022, una fecha que quedó grabada en lo más profundo de mi ser, fue el día en que mi esposa exhaló su último suspiro.
A las 7:42 de la noche, su alma partió hacia otros confines, dejando atrás un legado de sapiencia y una familia que aún llora su ausencia.
Sus últimos días estuvieron marcados por intensas batallas contra la muerte, pero cuando finalmente dejó de sufrir, encontramos en nuestro dolor un respiro, una paz al saber que descansaba.
Mis hijos y yo dimos gracias a Dios por liberarla de ese sufrimiento que parecía interminable.
Hoy, dos años después, evoco su memoria con un profundo sentimiento. Extraño sus viandas, esas que preparaba con tanto esmero. Extraño su alegría por el baile, su dedicación al hogar, y esos atuendos que reflejaban su espíritu, como su vestido floreado.
Extraño, incluso, sus regaños, que ahora se sienten como un lejano eco de fraternidad.
En este día de conmemoración, me consuela saber que mi esposa no tuvo que presenciar el sufrimiento de nuestro hijo Omar.
Sé que ahora descansa en el paraíso, donde su espíritu sigue brillando con la misma luz que iluminó su vida durante 59 años.
Este lunes no es solo un día más en el calendario; es un día para recordar, para sentir, para agradecer por el tiempo que tuvimos juntos y por la fortaleza que nos dejó.
Que su memoria siga viva en cada uno de nosotros, sus hijos, sus hermanos, y todos los que tuvimos el privilegio de conocerla y estar a su lado.
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