Francisco Javier Nieves Aguilar
Desconozco el sitio exacto en el que se encuentra; pero lo imagino en un verde campo contemplando con éxtasis las delicias de un mundo incógnito, feliz, “trazando rayas”, soplándole al carbón, degustando un vaso de café.
¡Ah!, ¡Mi padre! ¿Pensaste que me había olvidado de ti?, ¡Nombre!; lo que pasa es que me vi de pronto entre la espada y la pared. El espacio no es mucho; los políticos me abruman con sus campañas. ¡Hay tanto qué escribir! Me cai que estas elecciones me han oprimido más de la cuenta y, te lo tengo que decir, padre, ¡He estado a punto de aventar la toalla!
Pero perfectamente se también que siempre estás al pendiente de lo que escribo. En ese hermoso sitio que desde hace poco menos de 17 años te acoge, debes de estar leyendo lo que “El Polilla”— como tu me decías– relata.
¡Qué bien me hicieron tus consejos! ¿Sabes papá?, de ti aprendí el gusto por la lectura. Claro, ahora ya no leo con la luz de aquel vetusto aparato de petróleo que amarrabas a mi cama, mientras que “Cástulo” mi hermano oía a “Chucho El Roto”, a través de aquel antiquísimo radio que heredaste de mi abuelo Dionisio Nieves.
¡Ja!¡Ja!¡Ja!¡Ja!… en verdad me da risa. ¿Creíste que me olvidé que ayer fue “Día del Padre?, ¡Claro que no!. Mira: Desde en la víspera estuve evocando tu imagen; me acosté pensando en ti papá. Vi claramente tu máquina de coser sobre el pasillo de aquella humilde casa en la que habitamos durante muchos años, calle Morelos 106, Barrio de La Presa, a escasos 30 metros del Comisariado Ejidal…
Oye Papá, Por cierto, ya no me has cortado mandarinas ni guayabitas moradas como solías hacerlo antes de irme al Kinder “Federico Froebel”. ¡Como extraño esas tortillas que “tostabas” en las brazas y que me entregabas en pedazos, remojada con caldo de frijoles, en tanto que mi madre Geña me “endulzaba” el café de olla con sus maltratadas manos, producto del intenso “quehacer” que la agobiaba con tal de darnos lo poco que estaba a su alcance— Bueno, a muchos les debe parecer poco, ¡Pero en realidad fue mucho!; solo que hasta ahora lo valoro papá. Sí, lamentablemente hasta ahora me he dado cuenta de todos esos hermosos valores que nos heredaste y que intento yo heredarle a mis cinco hijos, ¡Con tu ejemplo papá!… ¡Con tu ejemplo!…
¿Creíste que me olvidé de ti? ¡Ja!¡Ja!¡Ja!¡Ja!¡Ja! No papá… Y deja confesarte algo: Ayer fue un día especial para mi. Nunca te invité a comer ¿Verdad? Bueno pues, tuve que dejar “a medias” un artículo porque quise compartir contigo la sal y la mesa.
¿Y qué crees?, la celebración fue por partida doble, porque te has de acordar que también fue cumpleaños de mi hija Erika, tu nieta, ¿Te acuerdas de ella?, ¡Estaba tan chiquita cuando la tomabas en tus brazos! Ella tenía apenas siete años cuando nos dejaste y te fuiste para siempre, a un lugar desconocido para nosotros, pero más hermoso que éste seguramente.
Te cuento que desde hace poco más de tres meses te convertiste otra vez en bisabuelo. ¡Vieras que hermosa está tu bisnieta! Se llama Ilsy Jakelín. Creo que tiene la ternura de tus ojos y el color de tu piel.
En mis bolsillos no cargaba ni siquiera 100 pesos; pero almas dadivosas me tendieron su mano y fuimos a comer mariscos, ¡Y te llevé conmigo apá!
¡Sí papá!, ¡Tu estabas conmigo! Escogí un espacio de modo que estuviéramos juntos. Tacha, tu nuera por un lado y Erika y tus demás nietos también. ¡Ilsy estaba inquieta!, pero se veía feliz; tal vez sentía tu presencia apá.
Yo también te vi feliz papá. Me tomaste de la mano y desapareciste. Yo simplemente susurré: “Papá, si estuvieras conmigo, te llenaría de abrazos y……”. Eso fue todo, mis ojos se llenaron de lágrimas, como lo hago en este instante en que te rememoro.
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