JOMULCO.― Luego de acudir al Llanito a echarse una cascarita, en Ixtlán, Joel Lerma llegó presuroso a su casa, se quitó los zapatos de fútbol y le dijo a su mujer. “Ándale, alístense porque nos vamos a Jomulco”.
Luego de echarse una ducha, José Luis y su mujer, junto con sus dos hijos se montaron en su Explorer y se dirigieron hacia esta pequeña localidad de brujos, sillas y equipales, antier, durante la culminación de la Feria Artesanal.
Día precioso, soleado en la mañana, entre nublado por la tarde y con ligera llovizna por la noche.
Al llegar todavía le tocó presenciar unos juegos de fútbol. De ahí se encaminó al centro y lo primero que compraron fueros raspados y tesjuinos, para apagar la sed.
Caminaron por los stands, se sentaron unos minutos en las guarniciones de los prados y más tarde decidieron trasladarse a casa de doña Marina para zamparse un pozole, tostadas y enchiladas. “Nomás porque no puedo tomar cerveza, sino me acaba dos barriles”, dijo Joel, medio en serio y medio en broma.
Por la noche, la zona centro de Jomulco era un hervidero. Niños y adultos, hombres y mujeres, ¡Ya no se diga los jóvenes!. Todo mundo se sumó a la diversión. Claro; cada quien a su manera.
Los niños, por ejemplo, paseándose en los tradicionales carruseles. Los jóvenes a los eventos deportivos, a los bailes… o simplemente fugándose a algún sitio para prodigarse su amor; en tanto que los adultos pudieron divertirse con la quema de fuegos pirotécnicos o disfrutando la rica gastronomía que distingue a los Jomulqueños.
Se podría decir que los juegos infantiles, la música en vivo, y otros atractivos regionales fueron las vedettes de esta gran fiesta, que promete seguir creciendo conforme pasan los años.
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