Report-arce
Llegó el anhelado momento frente a 600 invitados en la fiesta de Lagos de Moreno. Nervios que se querían escapar de la garganta, pero recordaba que eso era lo que quería y que desde aquella ocasión fortuita de ver tocar al personaje en el centro comercial, le brotó esta pasión. Así que preparado en el escenario, se dejó llevar hasta cerrando los ojos con el popurrí que había ensayado.
Melodía desencadenada y se fueron soltando los hilos de colores como vapores que inundaron el ambiente, hasta lograr la armonía interior que era la necesidad de expresarse y que sería el inicio de su trayectoria como músico, como artista, como un hombre que ya sabe expresarse con el saxofón en su cuerpo.
El hombre que colecciona autos clásicos de juguete y de verdad como el rojo con capote deslizado, sintió adrenalina a borbotones en cada melodía que le gustó sentir y quiso volver a repetir. Benjamín, el hombre de marzo, el que en su juventud anotó dos goles olímpicos, el futbolista destacado con fineza, toque virtuoso, el basquetbolista de marcas impuestas, tenía en su instrumento musical otra forma de concebir al mundo.
Ingeniero agrónomo con investigaciones y reconocimientos, viajes y diplomas no le habían bastado para vivir tranquilo, su alma necesitaba de tormentas, de días de sol y grises, de paisajes para interpretarlos y se sostenía en los repetidos ensayos que no terminaban, pero aquí estaba por fin frente a espectadores, como un escritor de lectores admirados.
Sigue Benjamín, pensaba en voz alta ante cada aplauso, más todavía cuando pensaba en su accidente. Desde allí comenzaron las bodas, fiestas privadas y públicas; en templos y centros comerciales. El jazz llegó a su corazón para quedarse, anidado y revoloteando, en sus evoluciones y deseos de querer más.
Benjamín, padre de Sendel Crisol y Benjamín, aquí está recordando su travesía, con voz delicada, acariciando el saxofón que bendice en cada instante, aferrado a su mástil de salvación y tierra descubierta.
Me cuenta sumamente orgulloso que ha estado interpretando varias veces en el congreso de Aguascalientes, en templo católico como el de San Blas que es único en el mundo el acontecimiento de que un jazzista haya dado un concierto; estar en La Casona varias veces; participar en Baja California en un festival del pueblo mágico de Todos Santos, sin ser oriundo de ese lugar.
Días antes, me envía su historial por inbox en Facebook, abundante que lo leí y es la prueba palpable de un hombre que es tenaz, que sabe lo que quiere y entre cursos y talleres se fue gastando su vida hasta encontrar un motivo imantado, poderoso que hiciera de nuevo tocar sus fibras artísticas.
Me habla con facilidad de su faceta musical, de todo lo que rodea a este mundo maravilloso de saxofonista, de elegir marca, de vincularse con páginas digitales, de los precios y calidad, de las boquillas, de las partes de la herramienta, de todo, explicaciones sin detenerse.
Le brillan sus pequeños ojos y más cuando se saludan sin concertar cita los primos Esther y Alberto, y ya detengo la entrevista para adentrarnos a los intercambios por celular de fotografías de los tíos, números de parientes y de ellos, parabienes, sus orígenes, las calles, el ramaje de los Espinosa.
Aprovecho para capturar el momento. Vino con los deseos de sentirse de gira evocando su pasado, decirle con su música a su pueblo que existe, que prueben de su existencia. Estuvo en el encuentro nostálgico de viejos compañeros de estudio; con su primo Manuel en La Casona y en esta tarde del martes 12 en el kiosco ofreciendo un concierto para los que estamos enfermos de nostalgia, el recordar las fiestas patrias de antaño.
Si creía que con esta elegancia que porta de color combinado blanco y azul, ya era todo, me equivoqué porque al subir en donde había iniciado su concierto de melodías mexicanas, portaba un traje negro, camisa de seda blanca y sombrero negro: “mi instructor me sugirió que debo de vestirme de manera impecable”.
La ruta musical y las notas vuelan como palomas negras y claras en el atardecer, el viento las trae y las lleva plácidamente, veo barcarolas, pañuelos y diamantes, brotan flores y nombres, rostros de mujeres, ojos deslumbrantes y mares en forma de estrellas y las cadencias, ondulaciones, el tiempo que se gasta en lo que le gusta a uno.
Benjamín en busca de su redención con su pasado, avizorando su futuro luminoso. Sus ojos lo demuestran y el saxofón es la complicidad viva de su alma.
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