Vehemente e irreverente al mismo tiempo. Así es el nuevo gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”. Eso fue lo que atrajo la atención de los ciudadanos quienes se hastiaron de la clase de políticos que cuidaban las formas y se atenían a los estereotipos de no contradecir a quienes ostentaban el poder máximo; sea en un partido o en el propio Estado, inclusive en los medios de comunicación.
Pero una cosa es la ventilación de ideas cuando se está en campaña, y otra es ejercer el poder y ejecutar buenas obras y servicios públicos ya estando en funciones. De allí que El Bronco lo exprese con la claridad que lo distingue: “Ayúdenme, no soy Superman”.
Y claro que nunca lo ha sido. Así es como quería que lo vieran mientras contendía por la gubernatura. Ahora Jaime Rodríguez pide clemencia, quiere que lo vean como un simple mortal, alguien que puede tropezar y meter la pata, muy hondo.
Pero antes, claro, debo buscar a su chivo expiatorio. Y como siempre, éste será quien le entrega el poder. “Heredamos un estado en ruinas”, suelen decir todos los que entran.
Eso fue precisamente lo que dijeron Chuyín Bernal, Pepe Alvarado y Mario Villarreal cuando hace poco más de un año protestaron su alcaldía. Aunque en este caso los dos primeros tenían la razón, pues la deuda por la mala administración de sus antecesores era real. En cambio en Jala el contador Toño Cambero fue responsable en el uso de los recursos públicos. Lo de Villarreal Cambero era el inicio de una campaña populista que seguirá su cause en la redes sociales, su apuesta y su fuerte hasta este momento.
Es allí en Facebook donde Mario adopta las campañas populistas que desde hace tiempo otros ediles han implementado para ganarse la simpatía de los ciudadanos. Eso de barrer las calles y llevar jornadas médicas gratuitas a la gente ya lo hacía Alejandro Gascón Mercado en el XXVI Ayuntamiento de Tepic, en 1972. Fue el primero, antes que todos.
Un caso sui generis es el de Hilario Ramírez “Layín”. Este alcalde sobrepasa lo de El Bronco y lo de Mario, un par de megalómanos. El presidente de San Blas es oligofrénico. Aunque tal vez sea mejor un loco en el poder que uno en sus cabales pero con unas ansias desmedidas de recibir pleitesías.
Layín estuvo en Ahuacatlán y arrancó tantos aplausos como el mismo Manuel H. Cota. A uno lo arropó de manera espontánea la misma gente que gusta de la chunga. Al otro lo ovacionó una estructura que procura sus propios intereses.
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