Revisamos la credencial de elector para confirmar su nombre y edad. Está sentado en posición vertical sostenido en su bastón metálico. Viste de pantalón beige, cinto desgastado, camisa azul claro y en cuya bolsa trae amarrado un plástico donde guarda sus documentos personales sus anteojos. De huaraches de correas cruzadas y con su sombrero claro. Lúcido y esperando preguntas, que debemos de acercarnos mucho para que las escuche.
A un lado está el corralito y se le acondicionó una cama y se bajó una mesa para que sea su cuarto y duerma, desayune y vaya al baño en el Albergue obsidiana, rodeado de libros. Lo acompaña don Memo Hernández, Liz Esparza, Eduardo Rivera, doña Mago, Ana Rosa González, y la alma caritativa que lo trajo a este refugio para migrantes e indigentes, después de estar una noche en el hotel Maya, Livier Uribe que recurrió a Morelos 84A, la cual está conmovida y sorprendida que haya personas de noble corazón y de ser parte de esta esperanza.
Me describe el historial de mortificaciones desde que don Braulio Silva Hernández anda errante, sin rumbo fijo porque no le gusta vivir acompañado. Mejor quiso dormir en el portal redondo por el andador Francisco I. Madero, hasta que en la red social de Facebook, algunas personas mandaban mensajes para que se le compadeciera y lo ayudaran a buscar un lugar seguro.
Lo veo derechito y con voz consistente responde a todas las preguntas de forma concreta. Tiene 101 años, los cumplió en marzo y dice que vivía en “El Chaleco” junto con su esposa, murió ella y vendió la casa, al tener dinero la gente se aprovechó de esta circunstancia. Se fue a vivir a la vecindad de doña Cirila que está por la calle Colón.
Los vecinos ya no lo soportan porque le llegan ráfagas de necedad y es testarudo, en muchas ocasiones caprichudo. El coraje por la soledad, el desamparo y la sordidez lo hace que se salga porque no le gusta estar encerrado.
Comenta Livier que lo han llevado al asilo y que dura una noche o dos y de nuevo se sale porque no le gusta el lugar. Se fue a vivir con una mujer de Jala casi de su mismo tiempo. No se soportan. Se regresa con lentitud para después ir a cambiarse de ropa, porque le molesta bañarse.
El grupo Cáritas lo ha apoyado intentando de nuevo llevarlo al asilo, pero a él le gusta ver el movimiento de personas, carros, motocicletas sentado en una de las bancas que le ofrezca sombra en la plaza Justo Barajas, mejor conocida como la plaza de “ los pájaros muertos”.
Allí se sostiene de sus abundantes recuerdos desde su origen, del poblado El Carrizal, municipio de La Yesca; de las generaciones pasadas, los abuelos, los padres. Se iluminan sus pequeños ojos, mientras pasa el tiempo y se llena de tantas historias que lo conservan con lucidez, pensar en sus dos minas que quedaron en la lejanía de sus años.
Don Memo cuando lo ve muy distraído o con la mirada clavada en el piso, pronto se lo lleva a pasear para que vea movimientos. Al triciclo, que se usa para llevar y traer los libros de los portales, le pone una sillita y allá lo lleva por las calles desafiando el caos vial, mientras don Braulio contempla la mañana en la ciudad.
Cuando lo trajo Livier al Albergue, traía los pies hinchados y sufre de sordera, la compañera le prometió un aparato auditivo para que tenga mejor calidad de vida, también trajo un doctor que hiciera revisión sobre su salud y sólo tuvo estos inconvenientes. Es de buen comer y sus tentaciones lo obligan pedir que lo lleven con doña Juanita al mercado provisional que está en la Allende. Es tan conocido por los altruistas que no le cobran la comida.
Cuando le llega rabiosamente la nostalgia pregunta a los integrantes: “si no me puedo quedar aquí… díganme”. Se les escapó una vez y Memo lo buscó por mar, cielo y tierra. Después de la incertidumbre llegó al atardecer, bien cambiado porque se había ido a Jala a mudarse de ropa.
Sentado espera que le pregunte porque ya le dijeron que lo iban a entrevistar. Lo último que pide es que las compañeras del DIF, no se le escondan: “el gobierno debe de servir para ayudar a los caídos”. Livier ya le encontró un cuarto y se le construye un baño contiguo. Mientras tanto se queda quieto viendo nuestra despedida.
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