AHUACATLÁN
Dicen que en Ahuacatlán todo puede suceder. Es el pueblo de las mil y una anécdotas. Hasta de la punta de un alfiler sacan chiste, la broma, la hablada y ésta salta como pelota y rebota por toda la ciudad. Al rato, como por arte de magia, todo el pueblo conoce el nuevo cuento o lo que sucedió en tal parte. Pero la versión original, ya va aumentada, adornada, aderezada. Y es que cada informante le pone algo de su cosecha.
Ahuacatlán desde hace tiempo dejó de necesitar periódicos. Por eso Lola, la sempiterna vendedora de diarios y revistas, con suma tristeza se queja de la competencia que se les hace a los escasos rotativos que por estos lados circulan… porque la noticia que publica la prensa al día siguiente, ya es conocida, digerida, por todos los rumbos de la población, ¡Todo por culpa del Facebook!
Pero también existe la competencia verbal y ruidosa. El pueblo lo sabe por los voceros espontáneos de la palabra hablada. No es que el ahuacatlense sea chismoso o hablantín. No, que va. Sencillamente es un pasatiempo, que aunque no deja dinero, divierte, hace gozar a los propaladores de la anécdota o el suceso que corre vertiginoso, sin parar de boca en boca.
Y las sueltan, las platican como si en ello se jugara la vida o la bolsa:
[su_panel border=»3px double #5acae5″ radius=»5″] Que todavía no encuentran al Chavarín,”. “Que Chuyín Bernal quiere ser otra vez presidente”. “Que el Güicho ya se cambió de sindicato”; que fulano compró un Iphone X y que trae un camionetón rojo”.
“Que ahora sí Los Rojos van a ser campeones”. “Que la Olga perdió con el segundo frente y que lo abandonó llevándose todas las “chivas”, que le compró incluyendo el perrito blanco que se orinaba en la banqueta del vecino”. “Que al fin se le hizo al Chaveto”. [/su_panel]
Y así por el estilo. La nota fresca, recién horneada llega a las casas de los ahuacatlenses sin necesidad de pagar un solo centavo. La información es gratuita, regalada; aunque otros prefieren enterarse de la noticia un poco más a fondo navegando por el Facebook o por el WhatsApp.
Los tipos pintorescos, malhablados, anecdóticos, abundan en el pueblo. Y ahí está Güty o el gran Calay; Fifí y Malín. Sobre ellos se tejen, se cocinan, anécdotas sin fin. La gracia, la sal, con que se elaboraron y se dicen conforman la riqueza de esta aportación a la cuentística.
Mi compañero Rubén Becerra es un hombre que se las sabe de todas en estos quehaceres narrativos del sucedido o la anécdota. Y las relata con bastante ingenio y agudeza.
La cosecha es surtida y variada. Mi amigo Beto por ejemplo el caso de un hombre que fue presidente municipal, pero por respeto a sus descendientes no mencionaremos su nombre. Un mal día, éste asistió a Uzeta a inaugurar un sistema de agua potable. Y el discurso de rigor no se hizo esperar, máxime que la petición de que hablara fue unánime. El alcalde tomó el micrófono y empezó a darle vuelta su ronco pecho:
[su_panel shadow=»0 0 10px rgba(0, 0, 0, 0.25) inset»] Tengo 32 años en estos menesteres –dijo el entonces presidente de Ahuacatlán–. Aquí dejé mi juventud, mis energías, mis economías, mi vida entera. Verdaderamente –expresó con voz emocionada– ya estoy cansado. [/su_panel]
Pero para desgracia del edil, entre la concurrencia se encontraba un famoso personaje que, oportuno y ocurrente como siempre, se paró en el mero centro del acto y le grita: “¡Pero no renuncias hijo de la chingada!”. Las carcajadas del pueblo y la risa a fuerzas del alcalde duraron varios minutos.
Hay otra anécdota ocurrida allá por mil novecientos cuarenta y tantos relacionada con un tal Teófilo Martínez y relata que en la campaña política de éste llegaron a un sitio determinado donde les informaron que el mentado “Teo” se encontraba enfermo. Que le había pegado una embolia y que estaba chueco, tullido, dado al catre.
La comitiva fue a su casa a visitarlo y alguien le dijo:
- Oye Teófilo lamentamos de veras lo que te pasa, pero es casi seguro que estás como estás por tantas chingaderas que has hecho en tu vida. Por eso estás tan torcido.
Y Don Teófilo, que nunca dejaba que le pisaran el caballo, le contestó de inmediato:
- Si de las mañas y chingaderas se torciera la gente, tu madre estuviera como un cigüeñal.
En fin, son estos algunos pasajes del Ahuacatlán de ayer, de aquel que ya se fue pero del que intentaremos rescatar aunque sea un poquito. ¡Sale y vale, pues!
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