Sábado 07 de julio; ¡Hermoso día!, despejado. Si acaso algunas nubecillas se asomaron en el firmamento. Un poquito de calor; nada de cuidado. “¿Ya llegaron tus compañeros?”, pregunta el alcalde. “Deben de venir por las Curvas del Ocotillo”, le respondo. “Voy enseguida”, afirma.
El parador turístico del Ceboruco fue el punto de encuentro. El presidente Agustín Godínez es acompañado por el regidor Jaudiel González y por el tesorero municipal Jaime Llamas. Ya nos espera el personal de la dirección de turismo; con ellos el guía de turistas, Oliver Valencia. A los pocos minutos se incorpora el alcalde de Ixtlán, Juan Parra “El Charranas”.
Mis excelsos compañeros de la generación 1976 -1981 de licenciados en turismo no tardaron mucho en aparecer. Elvia de la Rosa y Domy Villarreal al frente. Descienden de unos autos blanco y plateado. Saludos y abrazos afectuosos, fraternales. Ahí están también Gris y Luz, Natalia y Martha, Vicky y Male, Juanis y su hija Michelle, sin faltar el pequeño Daniel –nieto de Elvia-, quien estoico aguantó hasta el final, contagiándonos con su alegría e inocencia, como dijo Juanis.
Palabras de bienvenida de Agustín y de El Charranas. La Dirección de Turismo Municipal les entrega un pequeño obsequio, pero antes, el guía nos conduce hacia “El Mirador” del Ceboruco. “Con cuidado, está resbaloso, no se vayan a caer”, advierte.
Paso a pasito subimos los escalones hasta vernos en aquel espacio. ¡Hermoso panorama se dibuja frente a nosotros! Las piedras negruzcas del Ceboruco forman un extenso manto en el que sobresalen también verdes arbustos. Oliver se encarga de contarnos parte de la historia de este gran coloso que se alza a poco más de dos mil metros de altura sobre el nivel del mar.
Al filo del mediodía inicia el traslado hacia la zona centro de Ahuacatlán. “¿Quiénes son?”, ¿De dónde vienen?”, se escucha decir a un hombre bonachón que, inquieto, repara en nuestras playeras color naranja. Personalmente despejo su inquietud.
La excursión prosigue y el siguiente punto es el Templo de San Francisco de Asís. Mientras caminamos a ese recinto converso con algunas compañeras. Les reitero mi agradecimiento. Gris deja escapar unas lágrimas al adentrarse a la iglesia. Todos atentos.
El recorrido en esta cabecera finaliza con una visita a la casa de la familia Partida, justo donde naciera el ilustre Prisciliano Sánchez, recién nombrado Benemérito del Estado de Jalisco por el Congreso de aquella entidad vecina.
Pasaba de la una de la tarde cuando arribamos al Pueblo Mágico de Jala. Irma González, la Directora de Turismo, nos recibe con notoria efusividad; “Me encargó el presidente Carlos Carrillo que los atendiera como se merecen”, recalcó. “¿Y si me siento aquí no me llevan a la cárcel?”, señala Juanis, apuntando con su índice hacia el sillón tejido de palma.
Visitamos el Templo de Ntra. Señora de la Asunción. Avistamos la imagen de los Santos Médicos y sus retablos y luego nos encaminamos a “la iglesita”. Gris vuelve a llorar. Me revela su pena. Motivos suficientes tiene para ello.
A los pocos minutos nos encaminamos hacia la finca de don Raúl, el curandero más famoso de Jala. Con voz pausada nos ilustra sobre esos dones que dice poseer. Canta y declama y nos confiesa cómo fue que nació el amor entre él y su esposa Teresa.
En mis compañeros denoto zozobra, inquietud y curiosidad por lo desconocido. Doña Teresa realiza algunas “limpias” ante la mirada de asombro de los que presencian las sesiones. Don Raúl nos dio muchos ejemplos de sabiduría de la vida, dándonos cuenta que no se necesita una profesión para conocer la filosofía de nuestra existencia en este mundo.
Nos despedimos de él con calidez para enseguida degustar una parte de lo que es la gastronomía de Jala: Tostadas enormes, sopes deliciosos, sabrosas enchiladas fueron algunos de los manjares que saciaron nuestro apetito. Agua de Jamaica auténtica, de esa que se cultiva en este Pueblo Mágico.
Mis compañeros aprovechan para adquirir algunos productos que distinguen a este hermoso terruño: Rosquetes, encanelados, cacahuates miniatura, pepitas, chile “La Jaleña” y otros.
La claridad del día va desapareciendo; pero acordamos trasladarnos a Ixtlán a degustar unas nieves, pero antes ponen en mis manos unos obsequios. Contengo mis lágrimas. “No queremos regresarnos sin antes platicar contigo, Nieves”, me dice Elvia.
Ha sido una jornada agotadora, pero emocionante en extremo. Nos sentamos en la esquina suroeste del Portal Redondo. Les platico las adversidades que han agobiado a mi familia durante los últimos 10 años, incluyendo el caso de la donadora de mi esposa; es decir de Bethy. Todas externan palabras de reconocimiento hacia ella.
No pude concluir mi narración de estas odiseas. Un nudo en la garganta me lo impidió y ahora sí, mis lágrimas fluyeron. “Disculpen, soy muy sensible”, les dije. Cada una me expresó palabras de aliento.
Antes de que emprendieran su regreso a Tepic me entregaron un sobre lleno de letras. “Te pedimos que lo leas cuando ya estés en tu casa”, señala otra vez Elvia.
Finaliza su visita y con ello la hora de despedirnos. Palpo, percibo y reitero que mis compañeros de generación es gente excepcional. ¡Gracias!, de veras ¡Muchas gracias por su visita!
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