IXTLÁN DEL RÍO
Es miércoles por la mañana. Clima agradable en Ixtlán. Ni frío ni calor. Escaso tráfico por la avenida Hidalgo. Viro hacia la derecha en el Hotel Hidalgo y no tardo mucho en encontrar estacionamiento. Raro que esto ocurra en Ixtlán a esta hora.
Me encamino hacia el mercado; solo escucho cuchicheos. El barullo de semanas atrás dista mucho al que se registra en este martes. Se oye el ruido de una licuadora. El 40 por ciento de los locales está cerrado. Me acomodo el cubre bocas y pido un jugo verde. La respetable dama de tez blanca se encarga de prepararlo. Ella también protege su boca, además de usar guantes.
Salgo de nuevo a la calle y ahora me dirijo hacia el norte de la 5 de Mayo. Llego al cruce de la Hidalgo, me detengo en la esquina y miro hacia ambos lados; primero hacia el oriente y después hacia el poniente.
A lo lejos diviso a una mujer que empuja una carreta; “que ya van cinco”, escucho decir a una joven señora que intentar cruzar la Calle Real. La acompaña otra mujer robusta y chaparrona. No alcanzo a oír su comentario; pero es obvio que abordan el tema del coronavirus.
Ahora dirijo mis pasos hacia la plaza de armas. El semáforo está en rojo; mientras espero que cambie a verde, miro a tres personas que están bajo un árbol resguardándose del sol, esperando quizás a que la mujer del cubrebocas que pasa caminando, se le antoje algún elixir de frutas que preparan con chile, sal y limón.
Hay comercios cerrados por las calles del centro y mesas solitarias en fondas y loncherías, donde abogados y profesores, ingenieros y agentes de ventas y familias ricachonas, suelen compartir el desayuno o la comida entre sus largas charlas de trabajo, negocios y escuelas.
No se ve al vendedor de tejuino o de raspados; tampoco al que vende fritangas al pie de Banamex ni a estudiantes del CBTIS o de secundaria rondando en las banquetas o subiendo a los coches, motos o cuatrimotos.
Pero hay tacos dorados y blanditos en la esquina de Hidalgo y 5 de Mayo que poco a poco se van enfriando debido a la falta de clientes pues solo pasan coches de vez en vez.
Pasan los días y las calles de Ixtlán se van quedando solas. Los bolsillos de los comerciantes también. El coronavirus nos tiene “con el Jesús en la boca”.
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