EDITORIAL
ZONA SUR.- La palabra burócrata proviene del francés bureaucratie, y este de bureau ‘oficina’. El diccionario define el término como empleado de oficina. Pues hoy las oficinas de gobierno amanecieron desoladas. Los sindicalizados del SUTSEM descansaron y seguirán descansando hasta mañana; celebran los logros que les ha dejado la “lucha gremial”.
Los políticos – sobre todos los candidatos a los puestos más encumbrados en la comuna – no dudaron ni tantito en obsequiarles la bienaventuranza. Ya verán después, si el pueblo los elige como sus representantes, si les van a aplaudir sus canonjías. Cuando los tengan frente a su escritorio, y piensen en cómo hacer frente a los sueldos y demás prestaciones que les exigen, se encontrarán ante la disyuntiva de ceder ante las presiones a costa de seguir comprometiendo aún mas las arcas públicas, u honrar el mandato que les concede el pueblo.
No obstante, se ha de reconocer a aquellos servidores públicos al servicio del estado que son la excepción; los que se aplican de lleno a su trabajo y sin chistar realizan las tareas que sus jefes de departamento les piden conforme a la función pública que desempeñan.
A aquellos que desquitan bien su sueldo. Los que perciben un salario similar al del obrero de la construcción, o al jornalero que también produce para todos y que no goza de la seguridad social, aguinaldos, prima vacacional, becas para los hijos, canasta navideña y un largo etcétera.
Festejamos al burócrata que no hereda la plaza pensando que el puesto que ocupa es parte de un bien particular, como una finca, sino que entiende que es un cargo que pertenece al Estado, es decir, al pueblo.
A estos burócratas de excepción, si los hay, sea el aplauso.
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