6.- Regresaba de trabajar un poco después de las dos en lo que se pudiera, de quince a veinte minutos cruzando los sembradíos de caña. Pasar por todo el boulevard Flavio Romero en compañía de Juan Arias. Llegar a los portales y comprar en la papelería la revista y periódico que con gusto devoraba, después de comer, en el mueble tinto como si fuera un largo cocodrilo de las noticias.
En esta ocasión la llegada fue diferente; era martes de tianguis. Cati me recibió llorando, y entre balbuceos y lágrimas antiguas y recientes comenzó con la narrativa de la desesperación. En pleno tianguis no supo en qué minuto se le soltó el niño castaño que masticaba chicle. Se le diluyó entre tanta gente y recorrió desesperada varias veces las hileras de puestos que abarcaban cinco cuadras.
El policía calmándola y ella desespirituada tratando de contenerse y sintiendo un gran reloj vertiginoso en el corazón, marcando tenso los minutos. Preguntando, llorando, gritando sin distinguir al niño de ojos de novillo entre las imágenes que se borraban de los demás. Entre más tiempo menos voluntad y comenzaba el proceso de flotación en un camino sin retorno. Camilo, Camilo.
Después de sufrir el severo castigo por su descuido y de sentir que se partía el mundo, lo encontró parado en una esquina mirando apacible al infinito a vendedores y compradores y todavía masticando chicle. Era un presagio de lo que seguía.
En una noche regresaba de la comunidad agraria y la vecina, muchacha que le decíamos “la venadita”, me interceptó para informarme nerviosa que vio correr, salir despavorida de la casa amarilla a Cati cargando al cachorro en dirección contraria. Pregunté en la siguiente calle y estaban en el consultorio de un doctor porque al niño le había picado un alacrán. Lloraba por los síntomas de la agonía. Lo abracé después de que lo inyectaron y salimos conmovidos.
Hubiera cambiado la vida, la fatalidad hasta el resto de nuestros años cuando de nuevo se le suelta en una bodega de cereales, vendimia de frijol, lentejas, garbanzos; contigua a la CONASUPO y ubicada en la calle transitada para salir pronto por la ciudad.
Una señora voltea para todos lados y no sabe de quién es el niño que tres segundos antes lo jaló ante la ruta de la velocidad de una camioneta que sin fijarse, da vuelta cuando Camilo buscaba cruzar en el absurdo espacio de dos automóviles estacionados. Era la muerte segura; se habían combinado los elementos. La señora le dio la regañada de su vida y entendimos que tener hijo es cosa seria. Ya no éramos dos. El destino nos dio a probar lo amargo que puede ser también la vida cotidiana entre lo casual y lo causal.
7.- Los candidatos a la presidencia de la república, las campañas del oficialista Carlos Salinas de Gortari que retumbaba por todos lados, dinero derrochado en mercancía para comprar el voto y desparramar su pequeña estatura de ratón como si fuera el fiero león vanidoso. El otro candidato Cuauhtémoc Cárdenas postulado por varios partidos políticos e hijo del insigne Lázaro Cárdenas; y Manuel Clouthier, empresario inconforme por las duras e injustas reglas por aquel grupo que detentaba el poder.
Me agarraron en aquella ciudad y participábamos de manera marginal ya que nuestro candidato era Heberto Castillo del Partido Mexicano Socialista y él, en un acto de congruencia declinó a favor de Cárdenas. El único que fue a Ameca fue Cuauhtémoc.
Arremolinada en torno al candidato, vestido austero a un costado del kiosco, la gente campesina y profesionistas escuchaba la arenga que de manera solemne dirigía el hombre de Michoacán que no emocionaba, pero teníamos la presencia de la historia y aparte la pobreza material y espiritual en nuestras vidas por tantos años hechos con el mismo molde.
Se juntó la necesidad y el interés de que la nación no estaba bien. Representaba la esperanza. Se percibía el ambiente de cambio y aquí no era la excepción. Tiempo de campañas y discusiones con los de siempre que presumen de que la vida así es y que no se puede cambiar. Me le acerqué y estreché su mano para invitarlo al municipio de Amatlán de Cañas. Cumplió en abril de 1990.
8.- Nos reunimos cinco elementos, miembros del Sindicato de profesores para presentarnos a una elección sindical. Interesados en promover los reglamentos y defender derechos que en Telesecundaria hacían lo que se pegaba en gana los supervisores y dirigentes sindicales. La reunión fue en la planta baja de donde vivía.
Me propusieron para secretario general, a David Chaparro Corral para organización, Feliciano Mendoza Olmedo para trabajos y conflictos, Mauricio Navarro Martínez para acción social y Felipe Ramos Fausto para finanzas ¡Qué equipazo de amigos se formó! Y ya sobre la marcha un excelente equipo de borrachos.
Nos eligieron en la sala de juntas de la comunidad agraria que estaba a media cuadra de la casa y comenzamos a llevar a cabo los planes y proyectos. Compartimos el momento de la amistad y la odisea se comenzó a escribir.
Realizamos la primera jornada deportiva y cultural que se llevaron a cabo en todo Jalisco. Pusimos a competir a los hijos de campesinos de catorce municipios en declamación, composición en verso, teatro, oratoria, dibujo, ajedrez, ballet regional, danza autóctona, cuento, fábula, leyenda. En deportes de conjunto y atletismo.
La idea surgió de mi parte en una noche conversando en el comedor con Feliciano. Propuso que fuera en su lugar de trabajo: Río Grande, municipio de San Martín Hidalgo. Instalaciones eclesiásticas donde seminaristas en temporadas llegaban como retiro y experiencias religiosas. Lugar arriba en lo más alto de la hondonada del río muerto entre la llanura. Tres días y dos noches como un paquete turístico donde los jóvenes temerosos y las mujeres que nunca habían dormido lejos de su casa fue una bendición del cielo.
Para ellos significaba que iban a Dinamarca o a las islas Bahamas. La asamblea aprobó con todo y los riesgos que representaba la locura escolar. Nos organizamos los del comité y nos lanzamos al mar de los problemas para conseguir dinero, Feliciano y yo hablamos con el presidente municipal de San Martín y con el de Ameca. Hicimos el recorrido de la sede, organizamos los días con los horarios de los eventos, lugar para comer y dormir, hombres y mujeres separados.
Reuniones y permisos, hablar con los papás recelosos y mamás asombradas. Nosotros sin detenernos porque nos haya dado miedo al reflexionar. Llegó el momento esperado y emocional. Cuatro días antes de salir para vacaciones de semana santa.
Desde la sencilla mesa de honor me impresionó ver cientos, reunidos como un solo himno corporal, sus rostros y sus cuerpos apretujados de estudiantes pobres, con sus bolsas y uniformes elementales que sentía deseos de llorar porque estábamos ante la realidad mexicana más allá de los discursos oficiales. Expectantes por los acontecimientos y por comenzar a escribir con tinta del color del asombro estos hombres y mujeres se enfrascaron en las competencias.
Largos los días y cortas las noches cometimos varios errores. Quisimos darles de comer por turnos y a cierto tiempo para las delegaciones que no se pudo servir con eficiencia y alguna escuelas azuzadas por los profesores querían retirarse de la jornada porque no les servían pronto y otros se tardaban en llegar y otros no querían comer; preferían las sabritas y los refrescos.
Desesperados por la acumulación de problemas ya le pedíamos que se acabara el mazacote de los eventos. A las tres de la mañana los hombres se levantaban para jugar en la cancha de básquetbol y nosotros los del comité sin poder dormir. Los regaños los entumían y más si eran con el estilo de Feliciano.
A la hora de dormirse en los amplios salones, su cobija como cama y su mochila y su bolsas como almohada y la pestilencia como bombas de gas mostaza. Muchos ni siquiera se bañaban después de los juegos. Cumplimos a fuerza de voluntad y dos noches sin dormir… continuará el próximo viernes.
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