LA ADMINISTRACIÓN DE ENRIQUE ORTEGA LARA
Retomando el tema de “Ahuacatlán y su historia política más reciente”, hoy nos toca escribir sobre los principales aspectos que caracterizaron a don Enrique Ortega Lara. ¡Así es como se escribió aquella historia!:
Después del desastroso papel que Plácido Rodríguez Perales realizó como presidente municipal de Ahuacatlán, el Partido Revolucionario Institucional entró en una etapa de reflexión y de muchos cambios. Aprendieron la lección e intentaron recuperar el terreno perdido; y así, echaron mano de las famosas cuotas de poder proponiendo una planilla plural, llevando a la cabeza al oriundo de Uzeta, Enrique Ortega Lara.
Hombre noble, hacendoso, pero carente de visión política, Ortega Lara sin embargo no tuvo mayores problemas para vencer en las elecciones locales de 1987, al postulante del entonces combativo PSUM, Javier Serna Calvillo, quien años después traicionó a sus antiguos correligionarios para ingresar al Partido Revolucionario Institucional, demostrando de ésta forma la incongruencia en sus ideales.
Ortega Lara asumió el poder en septiembre de ese mismo año; pero fue notoria la imposición de algunos de sus principales funcionarios. Como secretario del Trigésimo Primer Ayuntamiento se designó al profesor Alfredo Delgado Sandoval; en tanto que el cargo de tesorero quedó en manos de don Alfonso Hernández, surgido del Sindicato de Filarmónicos.
En aquel trienio de finales de los 80´s aún no surgían las Direcciones de Coplademun, ni de Seguridad Pública, y ni ninguna otra; pero lamentablemente empezó a germinar la idea de asignar salarios ostentosos al síndico y regidores, los cuales, incluso, empezaron a ganar más que los funcionarios de primer nivel, como ocurre actualmente en algunos ayuntamientos.
El H. Cuerpo Edilicio que encabezó Enrique Ortega Lara se conformaba por las siguientes personas: Felipe Llamas López, Síndico Municipal. Regidores: Carlos Arciniega, Alberto Hernández, Agustín Aguiar, Consuelo Andalón, Cleotilde Contreras, Ramiro Martínez, Leopoldo Flores, Héctor Golláz, Leopoldo Guevara y Elvira “N” – no se recuerdan sus apellidos -, además de Mariano Mendoza y Francisco Javier Nieves, quienes llegaron a esa representación a través del principio de Representación Proporcional, el primero de ellos utilizando las siglas del Partido Demócrata Mexicano – mejor conocido como “El Gallito” -, y el segundo bajo el emblema del Partido Socialista Unificado de México.
Por cierto, fueron estos dos también los únicos que se opusieron a que se aprobaran las “compensaciones” de los regidores por considerarlas muy ostentosas, lo cual quedó asentado en la respectiva Acta de Cabildo.
Con todo y ello, la relación entre el alcalde, síndico y regidores emanados de las filas del PRI y los dos “regidores de oposición”, fue cordial, pues existieron puntos de coincidencia, aunque muchas de las veces se suscitaron fuertes debates en las reuniones de Cabildo.
El período de Enrique Ortega Lara se caracterizó por su capacidad conciliatoria entre los grupos políticos. De ésta manera, utilizando el tacto y la flexibilidad, fueron desarmando poco a poco el espíritu bélico de los militantes del PSUM. Y así mismo, el alcalde imprimió otro estilo en su forma de gobernar.
Fue una administración que trabajó con ahínco, aunque obviamente también tuvo sus fallas; y por otro lado, la asistencia social tuvo una época florida gracias a la voluntad, al dinamismo y al indiscutible altruismo de la señora Elodia, esposa del alcalde, quien, como Presidenta del Sistema DIF Municipal apoyó “con todo” a las familias más vulnerables del municipio.
A Enrique Ortega Lara se debe precisamente la construcción del DIF, situado por la calle Morelos, a un costado del Arroyo de Atotonilco, en el Barrio del Chiquilichi, y el cual por cierto fue inaugurado por el entonces Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari.
El deporte también tuvo una buena época, mientras que el renglón de la salud fue atendido con prontitud. Jamás hubo problemas en el suministro de agua, en tanto que la delincuencia fue aniquilada gracias al buen trabajo que durante ese período realizó la Comandancia de Seguridad Pública.
En resumidas cuentas, la obra material y social cobró mucho auge; sin embargo hay dos aspectos que marcan la historia del XXXI Ayuntamiento que encabezó don Enrique Ortega Lara: La asunción de su cabecera municipal que obtuvo el rango de “Ciudad” —por decreto de la Legislatura –; y la aprobación del Escudo Municipal, el cual fue sometido a un concurso, mismo que ganó el profesor Rubén López Samaniego.
Ortega Lara dejó las riendas de su administración en Septiembre de 1990, quedando en manos de su paisano Ignacio García Bueno, de quien nos ocuparemos en un artículo posterior.
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