Report-arce
Se cuenta que la ciudad jamás será un lugar destacado, sí, no es error lo que afirmo, nunca nos quitarán el gusto por los tacos.
Ramón Jiménez Robles nació el 28 de junio de 1928 y Elena Talamantes Talamantes el 18 de julio de 1935, originarios de la comunidad de Apozolco, municipio de La Yesca, se aventuraron al casarse y compartir viajes en busca de una vida mejor, probar fortuna a la frontera norte, en Mexicali. El padre de Elena era un hombre hacendado que poseía ganado y se terciaba cinturones de piel de víbora llenos de alazanas de oro. Probablemente como sucede en cosas del amor hay alguien que no acepta la flecha de cupido y menos en el corazón de una hija.
Allá lejos, se pusieron a vender el tejuino y raspados en una carreta por las calles ardientes y después de un tiempo emigraron para el sur y se establecieron en Ahuacatlán vendiendo lo mismo. Ante el avance de la ciudad, la Perla del Comercio, fue tentador llegar a esta ciudad y vivieron por la calle Jiménez, siendo vecinos del profesor Ramón Martínez.
Idearon mejor su vendimia: churritos y papas fritas en bolsas cerradas con el fuego de una vela de parafina en el año de 1952. Así estuvieron recorriendo kilómetros de empedrados hasta que por la calle Juárez buscaron un lugar estratégico y enfrente del imponente cine Ixtlán lo encontraron, desde allí escribieron la leyenda.
Fueron los primeros en vender tacos dorados y tacos blanditos de carne frita en comal en 1962, yo tenía dos años, pero después supe de ellos por la pasión del cine. A la gente le daba vergüenza cenar en la calle, parado y ante testigos dejar vacío el plato. Me remonto cuando nos cooperábamos y me mandaban mis primos y hermanos a comprar un puño de tacos dorados. Pedíamos permiso a la boletera de balcón y era una maravilla disfrutarlos en la oscuridad y la emoción de la película.
La familia Talamantes se fue llenando de hijos, Juanita, Jesús, Rosario, Manuel, Francisco, Antonio y María de la Luz, y también la remodelación de la plaza principal que se extendió hasta la calle, se pusieron portales y las cantinas de la nostalgia se fueron como las golondrinas vaporosas de alcohol.
En donde estaban los taxis, también se cubrió con una plancha insípida y se acabó la magia del centro y la juventud de nuestros padres y adultez de los abuelos. Fue en el gobierno estatal de Roberto Gómez Reyes en el verano del 1975 cuando le cambiaron el rostro y con ello se fue un tiempo que ya no regresó, solamente en nuestras evocaciones y en fotografías de Chávez en blanco y negro.
Tacos Talamantes se cambió en el pasillo que une las dos plazas. Vale la pena reseñar que hay una historia común con el vendedor de la refrescante agua de cebada, Jesús “El Gordo” Escanio, que desde esos tiempos ha estado haciendo su producto que se convirtió en parte del pedido o paquete de comida o cena del cliente.
Pasaron los años y de nueva cuenta los que planean las remodelaciones, le tocó el turno a este pasillo y la plaza Justo Barajas en la era de don Emilio M. González en 1981-1982. Quitaron el mítico monumento a la bandera y en ese lugar construyeron locales y por antigüedad le tocó a don Ramón y su señora Elena tener la preferencia de escoger el número uno.
Aquí me encuentro sentado en esta mañana tranquila del martes 28 de febrero y haciendo preguntas a Toño que me cuenta que ya tiene tres locales, que Jesús ya no los acompaña con su agua fresca. Ya tiene un abanico de oferta al paladar como tacos de asada, adobada, de tripa y de chorizo; tostadas de chicharrón, hígado, pierna, panela y asada; las tortas ahogadas de diferentes carnes. En la cuaresma no se detiene el frenesí, se venden tacos de filete de pescado. Me ha tocado saborearlos.
Hace 24 años falleció don Ramón y la señora Elena dejó de venir al establecimiento, ante esto los hermanos Antonio y Manuel no dejaron caer el historial del sabor especial y el rico sazón, ante una competencia natural, y cada semana se turnan y acompañados de los trabajadores, Teresa en el área del comal, Laura en la vitrina haciendo tostadas y lonches, en las mesas Marielena, repartidora Faby y como grumete Ponul; continúan ofreciendo en un anuncio grande colorido el negocio familiar de antaño.
Se puede desayunar, comer y cenar, abarcando horarios extensos así como su fama. La gran temporada es diciembre porque aunque haya tanta gente en septiembre durante las fiestas patrias es más el movimiento que consumo. Ante la triste ausencia de Chuy “el Gordo”, ellos ofrecen el agua fresca de cebada, arroz, jamaica, limón con chía, piña. Fueron los primeros que se les ocurrió llevar pedidos a domicilio en sendas bicicletas y la llegada de los teléfonos fijos.
De vez en cuando traigo melancolía de cine, de infancia, de mis padres, mis amigos, los años de oro, de la calle Juárez y el ambiente de reposo e inocente…vengo a comerme tacos dorados y vuelve ese tiempo curándome el alma en un bullicio que ya no es mío.
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