Últimamente las teorías de vivir el presente están muy de moda y básicamente lo que nos están enseñando es que el tiempo es algo que vuela que no vuelve pero que pocas veces hemos vivido los momentos estando totalmente conscientes, con todos nuestros sentidos.
Volteamos al pasado y vemos con nostalgia, tristeza, frustración o enojo qué tan rápido se pasó nuestra vida, la de nuestros hijos, su niñez, sus estudios y cuántas veces nos ha pasado que quisiéramos regresarlo para poderlo vivir intensamente.
Es muy impresionante que la gente que ya esté enferma a punto de morir voltea a ver su vida y casi siempre expresan frases como “si hubiera hecho”, “el tiempo se me fue volando”, “no aproveché”, “mi vida lo suficientemente buena”.
Y como nos ha causado impresión saber que gente que tiene una enfermedad terminal ha expresado que daría toda su fortuna por aumentar su vida aunque sea una semana.
Hay que reflexionar y ver qué tanto yo he perdido el tiempo en mi vida, qué tanto me la he pasado horas y horas sin aprovecharlo, dejándolo pasar.
Reflexionar también que nosotros los que estamos vivos, sanos o enfermos, jóvenes o viejos, todavía tenemos un futuro por delante.
Hacernos el firme propósito que desde hoy podemos tratar de aprovechar cada momento, de vivirlo con la mayor intensidad y perfección posible.
Podemos también analizar nuestro pasado y tratar de que con el tiempo que nos queda vamos a aprovecharlo para mejorar una relación, para hacer algún deporte, para hacer tantas cosas que nos gustan y no hemos hecho, en fin, para vivir el presente.
Reflexionar también que cuando pasamos la vida corriendo es cuando más rápido se nos pasa; cuando volteamos y decimos que rápido pasaron estos años, es porque no los disfrutamos, en cambio, cuando vivimos el presente, cada momento con intensidad, la vida se pasa como debe de pasarse con un paso lento y seguro y no con prisas que solamente desgastan y nos hacen perder lo más precioso que tenemos que es el tiempo.
Ojalá que en los últimos momentos de nuestra vida digamos, sí aproveche el tiempo, no me la pasé de ocioso, no pasaban las horas y las horas y yo sin hacer nada, sin decir un te quiero, sin componer una relación; sólo se vive una vez y aquí les doy unas notas que el otro día leí de lo que es el tiempo:
“Para entender el valor de un año, pregúntale a un estudiante que repite curso. Para entender el valor de un mes, pregúntale a la madre que tuvo un bebé prematuro.
Para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de un semanario. Para entender el valor de un día pregúntale a un enfermo terminal cuánto significa para él.
Para entender el valor de una hora, pregúntales a los amantes que esperan para encontrarse. Para entender el valor de un minuto, pregúntale al viajero que perdió el autobús o el avión. Para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que estuvo a punto de tener un accidente.
Para entender el valor de una milésima de segundo, pregúntale al deportista que ganó medalla de plata en vez de oro.
Por eso atesora cada momento que vivas y recuerda que el tiempo no espera por nadie; el ayer es historia, el mañana es un misterio y el hoy es dádiva, por eso se llama presente”.
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