Omar G. Nieves
El 13 de agosto de 1958 Fidel Castro cumplía 32 años de edad en un lugar llamado Las Vegas de Jibacoa, en la sierra maestra. En ese entonces Celia Sánchez le preparó una pequeña sorpresa al comandante, quien para entonces ya era una celebridad debido a sus cualidades de estratega militar y político extraordinario en la conducción de la revolución que, meses más tarde, derrotó a la dictadura de Fulgencio Batista.
Ese mismo día, en una humilde finca de la calle Abasolo estaba viendo la luz por primera vez mi padre, Francisco Javier Nieves Aguilar, quien hoy cumple 52 años, junto con los 84 que cumple Fidel. Un motivo de celebración personal por dos de las personas a quien más admiro.
Pues resulta que ayer el líder cubano escribió un artículo titulado “El gigante de las siete leguas” – que puede leerse AQUI – donde hace algunas citas y comenta acerca del más reciente libro de Andrés Manuel López Obrador; publicación que, como mecha encendida para pólvora, no tardó en hacer explosión.
Si abordar la trayectoria política del “Peje” desata tantas pasiones entre ciudadanos – como el atentado que sufrió recientemente Pablo Hiriart en un viaje de avión –, el entrelazar a dos personalidades controversiales es para que Troya se reconstruya y se vuelva a incendiar.
No es que lo dicho por Fidel – que dicho sea de paso no conoce personalmente a Andrés Manuel – sea algo inaudito o insólito, pero es que así lo harán ver los mismos que en el 2006 se rasgaron las vestiduras diciendo que el tabasqueño era “un peligro para México”, comparándolo en ese entonces con otro personaje polarizante, como lo es Hugo Chávez.
Y como en aquel entonces muchos se volverán a tragar el cuento sin conocer el proyecto alternativo de nación, o sin comprender siquiera los diez objetivos que el movimiento liderado por Andrés Manuel propone para el año 2012, uno de los cuales dice textualmente: “Establecer el Estado de bienestar”, lo cual no tiene nada que ver con comunismo, o mejor dicho, lo excluye.
Se podrá entonces decir que Castro y Chávez tampoco plantearon el socialismo antes de asumir el poder, pero en sus mentes seguirá existiendo un atavismo social o un prejuicio que, sin razonarlo o investigarlo a profundidad, seguirá expeliendo cualquier idea (o a cualquiera que la exprese) que tenga que ver – aunque sea mentira – con el fantasma del comunismo.
Así nos hemos acostumbrado; a aceptar como bueno lo que un poderoso manda promover, lo que después algunos logran aceptar, lo que la inmensa mayoría reconoce, y lo que finalmente se convierte en dogma o paradigma y que se reproduce sin que admita un riguroso análisis de la verdad.
En tales circunstancias resulta erróneo que los simpatizantes de Andrés Manuel discutamos este tipo de inventivas, cuando lo que debemos hacer es profundizar – y eso sí debatir – en el proyecto de nación que queremos.
¿Qué buscamos? Hacer efectivo el lema que el PRI y el PAN niegan y mancillan en sus principios doctrinarios: “Democracia y justicia social” y “Una patria ordenada y generosa y una vida mejor y más digna para todos”.
No, no es que todos los partidos sean buenos, y que todo dependa de los actores políticos, es que debe haber una conjunción entre los movimientos sociales de vanguardia y las personas que lo encabezan. Una cosa es querer ganarse el cielo, y otra cosa es saber cómo lograrlo. Estos dos partidos que han gobernado a México ya demostraron que no saben cómo.
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