Omar G. Nieves
¿Qué hacer cuando tus aspiraciones profesionales quedan truncadas por motivos de carencias económicas?
No se sabe que es peor, si ser rechazados de una universidad pública, o el no tener recursos para estudiar en una universidad privada.
Ese sentir del joven excluido que quiere ser ingeniero o médico, o de la chica que quiere ser abogada o enfermera, no lo perciben nuestras autoridades. No lo percibe Felipe Calderón, no lo percibe Alonso Lujambio, ni la maestra Elba Esther Gordillo; que aunque no tenga responsabilidad directa en los asuntos de los espacios educativos, su influencia podría servir de mucho.
Es frustrante que más de la mitad de aspirantes a un lugar en las instituciones educativas del nivel superior queden fuera. Más aún que el proceso de asignación de espacios esté viciado por influencias y favoritismos.
En la UAN este año se entregaron 7 mil fichas para realizar el examen de admisión. De esa cifra, únicamente se aceptaron 2 mil 450 solicitudes, es decir, 4 mil 550 jóvenes fueron rechazados; y según informes de personas muy allegadas a la institución, más de uno hizo doble evaluación. Otro dato alarmante: para la carrera de medicina, en esta misma universidad se recibieron mil 500 solicitudes; sólo se admitieron 110, más del 92 por ciento quedó fuera.
Pero la UAN no es la única universidad que tiene este tipo de problemas. La UdeG, donde muchos nayaritas de esta zona aplican examen de admisión, este año dejó fuera a 7 de cada 10 aspirantes a licenciatura en la zona metropolitana. Muchos de los que quedan fuera y tienen la capacidad económica de inscribirse en una universidad privada lo hacen, pero luego cuando terminan sus carreras se topan con el problema de que no encuentran empleo.
Por eso la pregunta inicial tiene una respuesta clara. ¿Qué hacen los jóvenes cuyas aspiraciones profesionales se restringen por motivos de pobreza? El gobierno lo sabe, sabe que cada año miles de jóvenes emigran hacia los Estados Unidos, que, por lo regular, son los más calificados. Sabe también que otros, a los que el rector de la UNAM calificó como “Ninis” – ni estudian, ni trabajan –, se dedican a la mal vivencia, a la delincuencia o al narcotráfico.
Los neoliberales parecen estar convencidos que con todo y deficiencias el sistema capitalista es mejor que el comunismo. Y no ahondan más en la posibilidad de crear un Estado con justicia social, aunque en su ideario político se incluya la economía social de mercado, que viene siendo un ensayo más para mantener el régimen de explotación.
Y cuando hablan de inseguridad pública, desigualdad social, hambrunas, enfermedades, problemas ecológicos y carencias educativas los neoliberales creen que se tratan de fenómenos desarticulados. Y cuando, en cambio, nosotros concatenamos las causas y efectos con el problema de fondo, dicen que estamos “loquitos”.
En el auditorio que hoy lleva su nombre, en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la UdeG, Salvador Allende expresó:
“Para que termine esta realidad brutal, se requiere un profesional comprometido con el cambio social. Se requiere un profesional que no se sienta superior porque sus padres tuvieron el dinero suficiente para que él ingresara a una universidad; se necesita un profesional con conciencia social, que entienda que su lucha, si es arquitecto, es para que se construyan las casas necesarias que el pueblo necesita. Se necesita un profesional que si es médico, levante la voz para reclamar que la medicina llegue a las barriadas populares y, fundamentalmente a los sectores campesinos.
Se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos, en las capitales de nuestras patrias. Profesionales que vayan a la provincia, que se hundan en ella.
La juventud debe entender su obligación de ser joven, y si es estudiante, darse cuenta que hay otros jóvenes que, como él, tienen los mismos años, pero que no son estudiantes. Y si es universitario con mayor razón mirar al joven campesino o al joven obrero, y tener un lenguaje de juventud, no un lenguaje sólo de estudiante universitario, para universitarios…
… La obligación del que estudió aquí, es no olvidar que esta es una universidad del estado que la pagan los contribuyentes, que la inmensa mayoría de ellos son los trabajadores, y que por desgracia en esta universidad y como en las universidades de mi patria, la presencia de hijos de campesinos y de obreros, alcanza un bajo nivel todavía”.
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