En los últimos días, en este agosto, un verano extraño, tres seres humanos, amigos de tanto tiempo, cerraron su ciclo de vida dejando las memorias de fuego en lo corazones de todos aquellos que los conocimos y compartimos fragmentos de tiempo y espacio.
Guillermo Flores Martínez, el famoso Bodoque, que después El Pariente, joven con ilusiones salió de su barrio de la mítica calle Zaragoza, para ser el flamante chofer de una línea de autobuses de pasajeros, cuando al pasar por primera vez por su ciudad reaccionaba al mundo moderno, sonando el poderoso claxon por toda la avenida Hidalgo.
Siempre atento, de buen vestir, afable y orgulloso de su oficio. ¡Cuántos viajes y regresos por el Pacífico! Recordando a sus amigos, su gente, su familia. Fue padrino de un sobrino. Era una maravilla escucharlo, excelente conversador. Broma única, original. Al tiempo taxista, y de los buenos. Seguía vistiendo con buenos gustos y su conversación llena de melancolía y esperanza.
Algunas veces le solicita el servicio, ¡y qué tipo de persona! En otras ocasiones enfrascados en la filosofía y la política local en compañía de su hermano Jesús Flores Martínez. Hace años lo entrevisté para un periódico estatal y esas noches de bohemia, de estilo y de profundidad quedarán como un sueño hermoso que significa creer en la amistad.
Encarnación Nolasco Morelos, “Chon” para la palomilla. Siempre juntos esperando a entrar a los bailes del Apolo XI o en la Disco de Natos. Muy amigo de Dagoberto Hernández Leonor. Así lo conocimos por años. Después emigró a Estados Unidos. Era un gusto saludarlo con su pañuelo atado. Amiguero en la colonia Cristo Rey. Al tiempo verlo en su taller de máquinas de coser por la Hidalgo, llegar y conversar, la foto de rogar y entrevistas en vivo. Hace un par de semanas lo entrevisté en Charlas Callejeras, afuera de su casa. Nunca imaginé que sería la penúltima oportunidad de verlo. Hace días lo vi reparando una máquina. ¡Ánimo Chon!
Guadalupe Ibarra López, “Lupe”, un hermano del Capi. Lo conocimos en la casa de su hermana cerca de la Delegación de la Cruz Roja. Allí discreto viendo que los juveniles jugadores de La Prepa cantaran, tomaran, discutieran de las pasiones. Siempre con su bicicleta, otras veces sentado viendo los partidos del equipo de sus amores: Vaqueros. Amigo de tanto tiempo de Pepe “El Gato” Ballesteros. Al pasar el saludo de rigor y preguntarle sobre El Capi. Colaborador en el proyecto deportivo de Vaqueros. Cuidando y regando el campo número 1. Atento a los baños y gradas en aquellos momentos de euforia.
Así los recuerdo. Quise rendirles un tributo aquí, en mi humilde y cotidiano diario para que nos olvidemos nunca.
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