Una tarde, hace muchísimo tiempo, Dios convoco a una reunión. Estaba invitado un ejemplar de cada especie.
Una vez reunidos y después de escuchar muchas quejas, Dios soltó una sencilla pregunta:
- ¿Entonces que te gustaría ser?
Cada uno respondió sin tapujos y a corazón abierto.
La jirafa dijo que le gustaría ser un oso panda.
El elefante pidió ser mosquito.
El águila, serpiente.
La liebre quiso ser tortuga y la tortuga golondrina.
El león rogó ser gato. La paloma iguana.
La ballena solicitó permiso para ser pantera.
Le llegó el turno al hombre, quien casualmente venia de recorrer el camino de la verdad. Hizo una pausa y esclarecido exclamó:
Señor yo quisiera ser feliz.
Hace mucho tiempo leí esta historia y no recuerdo quien la escribió, pero siempre la retuve porque me gustó mucho la forma de plantearla.
Sin embargo no puedo decir lo mismo en cuanto a la deducción que hace de ella. No estoy de acuerdo con su punto de vista porque pienso que ningún animal viviente se queja ni lamenta nunca de lo que es, ni de lo que tiene; simplemente se limita a vivir. O mejor dicho, casi siempre a sobrevivir y si hace daño a otro semejante es siempre por la misma razón “la supervivencia”.
A mi parecer que el único animal – y para colmo racional – que se ha quejado siempre y se queja, es el hombre, el cual siempre quiere ser lo que no es y tener lo que no puede. De ese modo es imposible conseguir la felicidad.
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