POR: MOCAGE
Qué tristeza es despertar y ver en lo que me he convertido. El cansancio sobre mis hombros es cada vez mayor. El sufrimiento es inminente. La soledad me agobia y se ha convertido en mi única compañera.
He amanecido en llanto, en sufrimiento. Las penas son imposible que no se conviertan en mi bocado de costumbre.
Me he dado cuenta que a nadie le importo, que la única tarea que tiene la gente a la que le he dado tanto, sea acabar conmigo. Yo que he dado todo por ellos y aun lo sigo haciendo. Es cierto que les regalo penas, pero las alegrías son mayores.
Recuerdo cuando era pequeño. Recuerdo a mi gente luchando día a día, de sol a sol, por ellos y por mí. Recuerdo aquella humildad y sinceridad de mi gente. Juntos hemos crecido y lo seguiremos haciendo porque yo seguiré como siempre siendo fiel. Mis ojos han visto crecer a una multitud de generaciones, que lamentablemente crecen y jamás los vuelvo a ver.
Yo no sé qué he realizado mal que lo estoy pagando, ¡y caro! Yo no sé por qué este sufrimiento. Si yo era feliz, ¿por qué me toca a mi pagar las consecuencias de sus actos.
La respiración es apenas suficiente para vivir. El caminar para mí se ha vuelto una tarea imposible, porque no puedo dar ni siquiera un paso, sino que ya es difícil mantenerme con vida. Las alegrías para mi han terminado. Mi fiel y única compañera la soledad y yo, sabemos que quedaremos en el olvido, que nadie me recordará y que para nadie significo lo mínimo.
Yo que fui grande, que mi nombre es tan grande al pronunciar, y cuando lo llegas a sentir del alma se vuelve magnifico. Ustedes que son mis hijos se han olvidado de los que es la esencia familiar, de lo que es ser hermanos, de lo que es la paz, de vivir. Y lo digo con voz fuerte para que todo el mundo me escuche.
¡Maldita seas política la hora en que llegaste a mí!… Me he convertido en un olvido; ultrajado, despojado, dañado. No tengo vida, no tengo quien se interese lo mínimo en mí. Lo único que quieren es acabar conmigo y lo poco que queda. Y aun sin embargo lo que me queda se los ofrezco. Lo poco que nos queda se los pongo en las manos. Aun cuando me han traicionado, sigo dando todo por ustedes, por vernos crecer juntos.
Mi nombre es Ahuacatlán, y les pido compasión. Les pido bondad. Les ruego un pedacito de amor. No me destruyas. Yo soy quien te vio nacer, crecer, quien cobijó a tus hijos, nietos, etc. Soy quien te da todo sin pedir nada a cambio. Ámame; no me odies. Ayúdame y no me dañes, porque de verdad. ¡Ya no puedo más!
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