Murió en la mañana del sábado pasado en un hospital de Porterville. Su últimas exequias serán el próximo martes 28 de diciembre, día en que también se llevará a cabo una misa. El miércoles será su sepultura.
AHUACATLÁN.
Fue en algún día de noviembre de 1972 cuando Rubén dio sus primeras señales de vida. Permaneció 5 meses en el vientre de su madre como si estuviese en estado inerte; pero en los 4 siguientes recibió la fuerza [o el espíritu] para desarrollarse rápidamente y que, lamentablemente expiró en la mañana del sábado pasado cuando perdió la vida en algún lugar de los Estados Unidos (Eclesiastés 12:7).
Rubén Altamirano Yáñez, hijo del matrimonio conformado por Rubén Altamirano Ocegueda y Rosalina Yáñez López vio la luz por primera vez el 5 de abril de 1973 en Tepuzhuacán, municipio de Amatlán de Cañas. Allá pasó sus primeros 3 años junto con su hermana Mari y Juan, sus dos hermanos mayores.
Circunstancias de la vida trajo a la familia Altamirano a Ixtlán del Río, en donde duraron poco radicando, porque luego se asentaron a vivir en Ahuacatlán, la tierra que lo vio crecer y en dónde se instruyó en todo lo que un hombre, hecho y derecho, debe hacer en la vida con responsabilidad.
En Ahuacatlán cursó la escuela primaria Plan de Ayala, Fray Pedro de Gante y la secundaria federal Revolución. Luego, vendría su mayor aspiración en la vida: ser mecánico automotriz. Motivo que lo llevó a estudiar en el CECATI 140 de Ixtlán del Río, siendo el aprendiz más destacado de don Chuy Reyes, el mejor en su oficio en aquella ciudad.
Alto y fornido, tez blanca y unos chinos que le valieron el distintivo de “El Chino” Altamirano, desde los 9 años aprendió conducir vehículos de trabajo junto con Juan, su hermano, quien estuvo siempre con él, como un hermano gemelo. De hecho la vida de uno y de otro no se concibe por separado, pues siempre estuvieron juntos: en el campo, sembrando y cosechando; en la ganadería, herrando y ordeñando; en las fiestas, conviviendo y cultivando las mismas amistades. Siempre.
A los 18 años de edad, El Chino dio muestras del talante que los hombres consecuentes tienen y partió a los Estados Unidos para formar parte de aquellos que sustentan dos de las economías más importantes del mundo: la que está pasando el Río Bravo y la que se encuentra de este lado del muro de la frontera norte. Ellos, nuestros paisanos son quienes son la fuerza del sector primario de la producción allá y de buena parte del desarrollo de nuestros pueblos acá.
Empezó en la construcción. Pero no pasó mucho tiempo cuando se dedicó a la lechería, es decir, a ordeñar vacas. Pese a los impedimentos físicos que se le presentaron posteriormente, y las limitaciones del tiempo cuando aún laboraba en la empresa estadounidense de ganado vacuno, siempre se las ingenió para continuar con su vocación de mecánico. Su último proyecto fue el de una Ford F1 —primera camioneta pickup de la Ford basada en un chasis de camión que inspiró a los fabricantes de automóviles a crear vehículos más aptos para el trabajo. Esto ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial y es una de las camionetas más cotizadas en el mercado de “los clásicos”—.
Fue la ciudad de Porterville en donde Rubén vivió sus últimos años. Allá se casó con Maritza Chaparro, con quien tuvo tres hijos: Maritza Rubí, Marlyn Cristal y Rubén. Y será allá en esa misma urbe del famoso Valle de San Joaquín en donde será sepultado.
Las últimas exequias y honras fúnebres de Rubén se llevarán a cabo el próximo martes 28 de diciembre. Teniendo la recepción de 3:00 de la tarde a 7:00 de la noche (hora de Porterville) en el Myers Reception Hall ubicado por la calle 248 N “E” en Porterville. Luego ese mismo día a las 6:00 de la tarde se llevará a cabo una misa en la Iglesia de la Santa Cruz. (Holy Cross Church ubicada en 1765 North Newcomb Ave.
Finalmente será sepultado el miércoles 29 de diciembre a las 11:00 de la mañana en St. Anne’s, Cementerio de Porterville.
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