Cuenta la historia de Alí Hafet, un rico granjero persa que vivía junto al Indo. Alí Hafet era ambicioso, deseaba poder, gloria, fortuna. Aunque ya era rico, sus riquezas no eran suficientes para colmar sus ambiciones.
Supo una vez que los diamantes eran las joyas más preciadas y se hizo el raciocinio de que la posesión de las minas que las produjesen, le daría, además de una fortuna inconmensurable, el poder y la gloria.
Cuando supo esto, casi no pudo esperar para vender sus propiedades y salir a recorrer el mundo en busca de minas y diamantes. Recorrió montañas y llanuras, exploró ríos y océanos en su desesperada búsqueda de las minas que producían las preciosas gemas que tan buen precio tenían en los mercados del mundo. Pero nuca tuvo éxito.
Un día, sin dinero ya, desesperado y medio enloquecido por su fracaso, se lanzó a las aguas del Mediterráneo y murió ahogado.
Entre tanto, el hombre que compró su granja a orillas del Indo, halló un día una rara piedra que reflejaba los rayos del sol, devolviéndolos con igual brillantez. Al hacerla examinar, se halló que era un diamante de incalculable valor y la finca estaba literalmente cubierta de piedras semejantes, en distintos tamaños, que se encontraban con sólo remover una ligera capa de tierra.
El sucesor de Alí Hafet halló la riqueza y el poder, en el mismo suelo que aquel había abandonado.
Esta es una historia real. Es la historia de como fueron descubiertas las fabulosas minas de Golconda, cuyas gemas enriquecieron las coronas imperiales de Inglaterra y Rusia.
Alí Hafet nunca se detuvo a averiguar cómo era un diamante en bruto ni como se podía distinguir. Obrando igual que miles y miles que ignoran lo propio por buscar lo ajeno, mal vendió su granja y se fue a buscar, en otros sitios, la riqueza que siempre había tenido bajo sus propios pies.
Discussion about this post