Fue un domingo nublado, de lluvias ligeras y frio. Se antojaba estar en cama; pero a pesar de las condiciones del tiempo preferí desplazarme hasta Tepic para participar en el reencuentro con mis compañeros de la Universidad, de la generación 1976-1981 de licenciados en turismo, específicamente. ¡Un rencuentro bien chingón!
Para soportar mejor el fío me encasqué ropa térmica pegada a la piel. Pantalón negro de mezclilla, playera de manga larga y un chaleco blanco por encima.
Trayecto silencioso por culpa del estéreo averiado, pero después de una hora de camino arribé al local indicado: “Te vienes por la Insurgentes y das vuelta en la Gobernadores. Pasas las vías y a la primera cuadra das vuelta a tu derecha y aquí te estaremos esperando”, me dijo Chalío, quien además me describió la fachada de la finca.
No tuve mayores problemas para ubicar a mis compañeros. ¡Qué finca tan agradable!, espaciosa y con exquisitos adornos. Cálido recibimiento de sus dueños. Marisela y su agradable esposo una vez más demostraron que son excelentes anfitriones.
La emoción de este reencuentro hizo que todos nos fundiéramos en abrazos. Me senté en medio de la Chutis y de Carmen. Lo hice a propósito, porque justo frente a nosotros se instaló el bar.
De inmediato me ofrecieron bebidas: Tequila, Whisky, cerveza, refresco y otros líquidos que atarantan. Pedí micheladas. Empecé con una, luego otra, y otra y otra y otra, hasta que perdí la cuenta. Ni siquiera esperaba que las sirvieras; yo mismo me plantaba en la barra. Lo mismo hizo Chalío. Fueron no menos de 347 veces las que lo vi cargando en sus manos una copa repleta de tequila. Dicen que al final lo vieron en una carretilla. No me consta.
De uno en uno completamos casi la veintena de compañeros, entre ellos Hugo, a quien miré irradiando jovialidad, elegante, apuesto. Fue también un placer reencontrarme con Silvia Lerma, recién incorporada al grupo de ex compañeros. Chelita y su hermana Silvia muy atentas como siempre.
La Chutis no ha perdido su ingenio y el diálogo con Carmen Casillas fue gratificante, al igual que con Gris y con la Juanis, con Martha y con Natalia, con Domy y con Vicky, con Luz y con Velia. ¡Ah!, Elvia, ¡Auténtica líder!, experta y diligente, ¡Todos los detalles cuidó!, al igual que Marisela a quien desde aquí le envío un sincero agradecimiento.
¡Delicioso menú!, con tortillas hechas a mano y unas viandas de rechupete. Estimo que me zampé 14 tortillas –con sus respectivos guisos– y 6 quesadillas, ocho menos que Chalío, quien debió engullirse 23 tortillas y 9 quesadillas.
Después de apaciguar nuestro apetito entramos al intercambio de regalos y al mensaje de cada cual. Las micheladas turbaron mi mente y, para ser sinceros no recuerdo qué cosas pude haber dicho.
Llegose la hora del retorno. Me despedí de mis compañeros con la satisfacción de haber convivido una vez más a su lado. ¡Qué generación la de nosotros!.
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