Voy regresando del Centro Médico y por la avenida Juárez observo una marcha de cientos, miles de rostros, tristes, dolidos, hartos… pidiendo paz.
Tuve un impulso muy grande de escribir y desahogar esta frustración y coraje, y escribí:
¡Que nos pasó, en qué momento cambiamos tanto!
Como pasó, si las cosas más simples eran tan divertidas, patear el bote, esconderte y salvar a tus compañeros de juego o las coleadas en plena calle, sin ningún sobresalto, a excepción del silbido agudo de la fábrica y el camote con miel de piloncillo, estacionado en la esquina de la calle y junto a él, el policía de la colonia vigilante y amable, siempre cuidándonos
Esto terminaba cuando la voz de nuestras mamás asomaba a la ventana sin barrotes para avisarnos que era hora de dormir y poner fin a los juegos
A los padres se les respetaba y obedecía y nuestros padres hacían lo mismo con mis abuelos
El único miedo que teníamos era a lo obscurito, a reprobar y a las tarántulas del parque. Ibas a la escuela sólo y regresabas sólo, podías ir al cine sólo o con amigos, nada pasaba; veías películas de gánster y pensabas que eso solo pasaba en el cine. Recuerdo haber visto “Cuando el destino nos alcance”, y nunca, ¡nunca me imagine que algún día nos alcanzaría!
¿A dónde nos desviamos?, ¿en qué momento nos perdimos?; ¿cuándo nos abandonó el alma?, ¿cómo dejamos que nos envenenará el mal?; ¿Cómo nos ganó esta ausencia de valores, de honestidad, de unión familiar e indolencia por nuestros semejantes?
Fue, quizás el cambio de lo simple a lo sofisticado, a la tecnología que nos abstrajo de la humanidad simple, que ayer fuimos y que nos ha convertido en zombis que necesitan estímulos de enervantes y químicos, que otros promueven para enriquecer… O estímulos materiales como: autos, casas, viajes, joyas… qué sé yo
Marchamos como zombis, trabajamos 40, 50 años enloquecidos y después pasamos nuestros últimos años gastando lo ahorrado, en recuperar la salud perdida por los años de excesos y abandono
Por Dios, quiero que regrese mi alma y volver a ser humano; quiero sentir vergüenza por mis faltas y por no ayudar a un necesitado, quiero que vuelva la honestidad como motivo de orgullo
Quiero quitar las rejas de mi ventana y las chapas de mi puerta, quiero sentarme en mi casa con las ventanas abiertas y disfrutar el anochecer de un tranquilo verano
Quiero dejar a mis hijos y a mis nietos un mundo simple y común, con amor, esperanza, alegría, techo y comida para todos, que solo piensen en el ser y no en el tener
Quiero que regrese el alma de MÉXICO. Y si tú quieres, entonces comencemos hoy; tú, en tu casa, con tus amigos y los amigos de tus amigos… todo México.
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