Es tanto el azúcar que integra el menú del desayuno hasta la cena, que incluso las bebidas endulzadas con miel se saborean amargas y la sed, angustiosamente, se presiente perpetua.
Las copiosas viandas de tamaños: super, jumbo o suprema saturan los intestinos y conexiones cerebrales al punto del coma. Demasiado grande, demasiado ácido, demasiado picoso, demasiado salado, demasiado agridulce… demasiado.
Ya no es seguro comer en la calle, incluso en casa… ¿Conoces algún alimento libre de conservadores? Las limas se han secado y los limones no tienen jugo, los aguacates fueron cortados, las manzanas agusanadas, los plátanos madurados con mercurio, las legumbres cultivadas con riego de aguas negras. Comencé a leer las etiquetas… demasiada azúcar añadida.
¿Tal vez, un taco de ojo?
Ha pasado igual con las imágenes, las coloridas ofertas y con las poderosas propagandas televisivas, los periódicos y revistas, peor aún, ha pasado con los cuerpos; todos jóvenes, polveados, estilizados y frescos, todos fitness… perfectos.
En la sala, la fascinante claridad del negro y blanco hacían rebosar las pupilas saturadas con la suavidad de los grises y la veracidad de las siluetas exuberantes, calvas que transitaban descalzas y semidesnudas el borde de la tarde.
¿Y las tiernas serenatas?
El volumen de la bocina distorsionó los tonos de aquella melodía y la agudeza de la confesión amorosa no llegó al aturdido oído de ella, quien huyó a un espacio menos contaminado, donde fueran escuchadas sus risas, rescatadas sus inquietudes, satisfechas sus pasiones; intensas y mayormente acalladas por las costumbres del pueblo, las ideas de sus padres, las opiniones de los tíos, las reglas sociales y el miedo a equivocarse.
¿Nos quedará al menos el dulce tormento?
Las historias de amor se volvieron series de terror y pesadilla; la mentira, el enojo, la tristeza, la decepción… y finalmente, la fría distancia donde incluso el silencio de la casa tiene más sentido y mensaje en su mutismo que las románticas cartas entonces escritas. La trama sin miradas ni caricias, sin hombro, con llantos sin oído; seres desmembrados, confundidos, sangrantes, palidecidos.
Comencé a leer todas las etiquetas: en las delicias, viandas y bebidas… en las imágenes, anuncios, revistas y cuerpos a la venta… en las canciones populares que dicen hablar de amor, en los relatos de los antes enamorados: demasiada azúcar añadida.
¿Cómo se sana la voracidad compulsiva?
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