Espero que muchas generaciones recuerden y aprecien las canciones de Juan Gabriel. Es una esperanza. Tal vez como aquella que abrigaron nuestros abuelos cuando querían que se mantuviesen vigentes las canciones que les alegraba el día. Se me viene a la mente por ejemplo “Las Perlitas”, una clásica de los bailes en los albores del primer siglo. Mi abuela Martina me decía que se tocaba en los patios o corredores de las familias más reconocidas. Usaban un aparato llamado gramófono.
Fue con ella misma dónde conocí el tocadiscos de acetato. Mi tío Chico, quien falleció hace ya tiempo, era quien lo frecuentaba más. Era común verlo los fines de semana taciturno escuchando canciones de Javier Solís. Su favorita era “Payaso”.
A “Juanga” lo conocí por medio de mi mamá, que lo veía en el programa “Siempre en Domingo”, de Raúl Velasco. En aquel entonces la homofobia y el machismo no nos permitían escuchar voces afeminadas ni siquiera en la intimidad de la casa. Era, como alguna vez lo escribió Octavio Paz, “rajarse” y ser el cómplice de conductas desaprobadas por la sociedad. Inclusive en la secundaria se tomaba el nombre de Pablito Ruíz, otro artista popular de los 90’s, para denigrar a quienes tenían preferencias sexuales diferentes.
Ahora me gusta concurrir a las reuniones sociales y cantar en karaoke “Siempre en mi mente”, “Amor eterno” y “Hasta que te conocí”. Además, en la oficina es muy frecuente que venza el tedio o el sueño de la madrugada cuando pongo el popurrí que les dejé al inicio de este artículo.
Las actividades mecánicas las disfruto más cuando pongo al Divo de Juárez. De los últimos duetos que hizo con otros artistas, mi favorito es el de “Querida”, con Juanes.
Un par de veces, como es normal, en mi casa mis hermanos y yo hemos debatido sobre quién es el mejor cantautor de todas las épocas. Es verdad, nuestra argumentación solo gira en torno a un periodo limitado de tiempo, y a un espacio que nos es común: México. Pero por lo regular concordamos en que Juan Gabriel es y será nuestro máximo exponente de la música vernácula. Pero también está Marco Antonio Solís, José Alfredo Jiménez, Agustín Lara y Gabilondo Soler.
Con la globalización – un término que me temo se va diluyendo en el tiempo –, el Internet y otras tecnologías nos han permitido conocer a muchos y variados talentos de igual estatura que Alberto Aguilera Valadez. Pero los nuevos tiempos ya no están para llenar vacíos como el que deja hoy Juan Gabriel.
Una de las dichas que tengo de no ser abuelo en esta vida es que no tendré a quién crisparle los ánimos para que escuche la música a la que soy afecto. Los jóvenes de hoy ya no oyen consejo. Y en ese caso prefiero morir como esta mañana murió Juan Gabriel en Santa Mónica, solo y durmiendo el sueño profundo, esperando mi relevo (Job 14:14).
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