Se reunieron un día varias zorras a orillas del río con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.
Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, se burlaba de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así que saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban: “¡No nos dejes compañera, vuelve y dinos cómo podremos beber agua sin peligro!”
Pero la imprudente, arrastrada sin remedio alguno, y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó: “Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo pueden hacerlo”.
La fábula de hoy ilustra dos tonterías que muchos solemos cometer con algo de regularidad: Por un lado, pretendemos saber más de lo que sabemos lo que bien pudiera llevarnos a fracasos momentáneos en la vida al no buscar la obvia ayuda que necesitamos en nuestra ignorancia o falta de habilidad.
La segunda tontería es no saber reconocer el error de nuestros caminos y enmendarlo, lo que nos condena a seguir de tumbo en tumbo, sin poder aprender de los desaciertos cometidos.
Aprendamos a no cometer ambas; si cometemos la primera, al menos sepamos que no tenemos que cometer la segunda. De esa manera, evitaremos el desenlace trágico de la zorra de la fábula.
Discussion about this post