Omar G. Nieves
El Instituto Mexicano del Seguro Social me ha dado tantas satisfacciones y dichas, como disgustos. Afortunadamente, las primeras han sido más y tan grandes, que las inconformidades quedarán relegadas a la reprobación de ciertos trabajadores que son la mácula de tan insigne institución, como la asistente médica que atiende el turno vespertino en la clínica 17 de esta ciudad, mujer que no nació para el servicio público, con el don de gentes, mucho menos para la atención a enfermos.
Una persona que se niega a proporcionar su nombre a un derechohabiente que, afortunadamente en mi caso, sabe sus derechos.
No se trata de un equívoco humano, que hasta pudo ser mío, no lo sé. Aquí de lo que se trató fue de una actitud primero indiferente, porque ni siquiera tuvo la cortesía de saludar y voltear a la cara; de un silencio prolongado a la pregunta, porque ni siquiera una explicación merecemos; de una cerrazón – ya enfadada – para despacharnos a como diera lugar, porque quien se cree autoridad no se equivoca, y mucho menos pide disculpas; y antes de negar la identidad que pudiera dar decencia a su soberbia, el engaño, el engaño de facilitarnos las cosas para que si vuelve a suceder con otras personas, por lo menos quede el antecedente de que nosotros queremos otro país.
Y precisamente de eso corría la charla con mi mamá, quien me acompañaba a la cita, de cómo los mexicanos estamos acostumbrados a envanecernos cuando estamos en facultad de disponer, y cómo agachamos la cabeza cuando estamos en posición de consentir, no por convicción, sino por que no hay de otra. Bien lo dijo antes de todo mi madre: “Vámonos, mañana volvemos”.
– No, por eso nunca progresamos en México, le dije. Podrá ser una insignificancia, pero lo que es hoy conmigo, se repetirá al rato con otro.
Efectivamente así lo corroboré tan pronto llegué a mi casa y le platiqué a una tía lo sucedido.
– “A mí también me ha pasado eso. Es mejor no discutir”, expresó. Luego, me señaló algo que ya sabía: “Hay gente que hasta tiene miedo preguntar, porque no sabes cómo te van a contestar”.
Finalmente, qué lamentable que casi siempre sea un mal servicio administrativo el que dañe a la institución, pues el servicio médico, salvo algunas excepciones, es muy eficaz y eficiente.
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