Aquella ocasión, luego de haber regresado de un “paseo” que mis amigos y yo hicimos por el rumbo de “Las Vigas”, y después de haber degustado las sabrosas guayabas que en aquel entonces se producían, me dirigí a la esquina de María Espinosa, la tendera aquella que vivía en el barrio de La Presa, en Ahuacatlán.
Ahí solíamos reunirnos los chiquillos de las calles Morelos y Abasolo, a jugar, a cantar, o simplemente a contar chistes y cuentos. No se me olvida. Esa vez recibí una lección que jamás podría borrar de mi memoria, ya atrofiada ahora.
Resulta que uno de ellos tomó un billete de 20 pesos – de aquellos de color rojo que se usaban entonces –. Chicho, el nombre de ese muchacho, preguntó entonces quien tenía una moneda de a peso. Yo levanté la mano, y de inmediato ofreció cambiármelo… Yo le daría mi moneda de a peso y el me entregaría su billete de a 20 pesos.
Pensé que Chicho se había vuelto loco. ¡Mira que cambiar un billete de 20 pesos por una moneda de a peso!
Pero, ¿Qué creen?; al revisar detenidamente aquel billete, comprobé que éste era totalmente falso. Por el reverso aparecía una leyenda con la publicidad de un restorán. Chicho preguntó entonces:
- ¿Cuánto dinero tengo yo?–. Todos contestaron:
- ¡20 pesos!
- ¿Y cuánto dinero tiene Nieves?
- ¡Nada!
Todos nosotros tenemos muchos tesoros preciosos que pueden ser nuestra vida, juventud, familia, amigos o trabajo por mencionar un par. Y muchas veces la menospreciamos y cambiamos por cosas que nos llaman la atención y creemos estar ganando mucho. De esta forma, el enemigo nos muestra cosas que no son más que “billetes fasos” y al final nos quedamos sin nada.
No cambies tus tesoros por cosas vanas y sin sentido, valora en cambio lo que tienes y agradece a Dios por ello, encontraras el secreto de la verdadera felicidad.
Recuerda que rico no es aquel que tiene más, sino quien menos necesita para ser feliz.
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