Cada 30 de octubre me invade la nostalgia, la tristeza, la melancolía, porque es justamente la fecha del fallecimiento de mi extinto patrón Edgar Arellano Ontiveros. Evoco su memoria y…
También rememoro lo que me ocurriría un año después, en el estacionamiento de Aurrerá, en Ixtlán. Pero, aunque yo no creo en las coincidencias, ni en los gnomos; ¿Cómo explicar lo que me sucedió aquella vez?
Horas antes había acudido a la cancha del Sur Nay. Jugué unos minutos. Tenía entonces alrededor de dos meses que no pisaba el campo de fútbol. Obvio, me fatigué, pero igual disfruté corriendo tras el balón. Le ganamos al equipo Vaqueros 2-1 si mal no recuerdo; y al finalizar nos dirigimos a Aurrerá con el objeto de comprar un medicamento.
Estacionaba la Explorer cuando divisé hacia el costado izquierdo, siendo entonces que avisté a una mujer de piel blanca y pelo lacio, esbelta de figura. Cargaba un bolso negro en su brazo derecho, “¡Mira; creo que es Martha!”, le dije a Cesarín, mi hijo. “¿Cuál Martha?”, me preguntó el chiquillo, “¡Pos la sobrina de don Edgar!”, le respondí.
Cesarín se quedó estupefacto. Juró que no veía a nadie; pero más se sorprendió cuando le comenté que si tampoco veía al hombre de pantalón beige y playera blanca, lentes oscuros. “No, no veo a nadie”, me dijo.
El hombre aquel empujaba un carrito repleto de comestibles. Se desplazaba con lentitud. Su figura era idéntica a la de mi extinto patrón, Edgar Arellano Ontiveros.
Mi menté trabajó a mil por hora. No despegaba la vista. Aquella pareja introducía los comestibles a una camioneta gris, tipo X Trail, ¡Similar a la de mi difunto patrón! Relacioné la escena: ¡Don Edgar y Martha!
Até cabos. “¡Hoy es el aniversario del patrón!”, me dije. ¿Sería entonces una visión?; o, ¿Por qué justamente este día se puso ante mis ojos un suceso como este?… Y lo peor es que mi muchacho jamás pudo avistar a esa pareja.
Me metí a la tienda con un sinfín de dudas; porque, insisto, yo no creo en las coincidencias; ¡Pero me cai que volví a ver a don Edgar!… o al menos así se me figuró.
Hoy que se celebra un aniversario más del fallecimiento de mi finado patrón, no puedo más que elevar mis plegarias al cielo y exclamar: ¿Por qué se murió?
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