Clasificación A
Enrique Escanio Andrade
A unos días de que se realicen los relevos en las administraciones municipales y en el gobierno del estado, las arcas de estos sin duda estarán con múltiples deudas: facturas, vencimientos bancarios, compromisos con trabajadores y con proveedores, etcétera. Y como muestra, el Ayuntamiento de Tepic, en el que la alcaldesa Georgina López Arias, está pasando por una situación muy crítica en los servicios públicos, en lo económico. Todo ello, propiciado por la herencia que le dejaron las administraciones que recién pasaron.
Desgraciadamente ella es la piñata de la fiesta. Lo otro es pasado. Inclusive, quienes le antecedieron están encumbrados en otra posición política que los hace intocables.
Se habla de la danza de millones de pesos que se adeudan entre salarios y prestaciones a los trabajadores, y el entero que debió hacer el Ayuntamiento a los prestadores de bienes y servicios que les otorgaron créditos a los trabajadores, con el compromiso de que a éstos les fueran descontados vía nómina, cosa que sucedió, pero el Ayuntamiento no hizo llegar esos dineros a los acreedores. A esto se le conoce comúnmente como jineteo, abuso de confianza; pero en el hábito legal sin duda debe tener otra figura.
Los ayuntamientos que son los administradores de los dineros del pueblo, cada vez les importa madre — al fin que los integrantes son transitorios –. Se les pasa la mano en las erogaciones en comparación con lo que en plata ingresan a las arcas, y por ello recurren a préstamos bancarios que como no pueden cubrir en tres años, hacen el compromiso de diez, veinte o más años; esto es, comprometen a futuras administraciones, y los que llegan en igual forma, al fin y al cabo ellos solo firman y no hipotecan su patrimonio personal, y es cuento de nunca acabar. Esto poco a poco se va convirtiendo en una bola de nieve que Dios guarde la hora.
Hace algunos años para paliar un poco la situación económica por la que atravesaba el SIAPA ante la C. F. E., se echó mano de un inmueble del fundo municipal, sólo para dar una parte del adeudo. También se había jineteado el impuesto que llega al patronato administrador del impuesto a la U. A. N.
Para que cuadren los ingresos y los egresos, es como la economía del hogar; bueno si las cabezas de la familia son buenos administradores. Yo aprendí esta disciplina de mi madre que sólo sabía leer y escribir, pero muy ducha para los números. Como el ingreso al hogar –después que enfermó mi padre–, era por la venta de tortillas hechas a mano y la venta de cena los fines de semana, una vez que contabilizaba lo que tenía que gastar al mes por concepto de renta, pago de luz y otros enseres, hacía la operación y prorrateaba el resultado entre los treinta días del mes, y a diario, en un bote chocomilero guardaba la parte proporcional para que, llegando la fecha de vencimiento, siempre salía avante con el compromiso.
Guardaba también una parte como ahorro, pues decía que el ahorro no se hace con lo que sobra, sino previamente presupuestado y así podía paliar alguna necesidad; como por ejemplo tener para el boticario en caso de enfermedad. Sabía qué cantidad podía dedicar para compromisos crediticios calculando los abonos. Por ejemplo, si sabía que podía presupuestar cien pesos mensuales, adquiría compromisos que no rebasaran los seiscientos pesos a pagar en seis meses; no le gustaban las deudas largas, y así nos vestía o nos calzaba –a veces con huaraches–.
Las muchachas que le ayudaban en las tareas propias del negocio familiar, siempre les decía lo que estaba dispuesta a pagarles. Su ofrecimiento era así, sin regateos ni un cinco más, pero también en base a la productividad. Los fines de semana en que se vendía cena, si las ventas rebasaban las expectativas, recibían una pequeña compensación. Claro que mis hermanos y yo participábamos en las diversas labores de la casa. Mi madre decía que no se puede gastar más de lo que se gana, así como no se debe comprometer lo que no se tiene.
Las cuentas siempre le cuadraban. De allí que aprendí algo de ella, y ya aquí, en Tepic, inicié una carrera técnica de Contador Fiscal, pues los números me agradan y eso me ayudó para que en la empresa donde entregué mi vida laboral, siempre estuve donde se manejaban números. Cuando se realizaban las negociaciones obrero patronal, a mi se me encomendaba sacar el impacto que representaba los salarios y prestaciones por cada punto porcentual que se otorgara. Me parecían fascinantes las operaciones que entonces en calculadora manuales realizaba, categoría por categoría, del número de plazas de los trabajadores.
A los ingresos que entran en las arcas por concepto de impuestos, hay que agregar los fondos federales que ya vienen etiquetados para determinados programas, y coincidan así con los egresos, aunque es sabido que gran parte de éstos, se van en altos sueldos y compensaciones de los funcionarios que no pueden vivir en la honrada medianía, como lo externaba Don Benito Juárez. Los créditos bancarios que el estado y los ayuntamientos a través de la historia, se avalan poniendo como responsiva los subsidios federales. O sea con lo que al momento de pactar el compromiso, no se tienen.
Parece que los municipales y estado, empiezan a endeudarse a partir de 1923 según los documentos viejos que hurgando en mi rincón de escritura y lectura encontré; los primeros para construcción de mercados y servicios de Agua Potable, y el Estado, para construcción de caminos y carreteras. Quizás el único presidente municipal de Tepic, que no adquirió deuda, fue don Amado Jiménez Borrayo, a quien imagino como un hombre bonachón, pues se dice que condonaba los impuestos y derechos, razón por la cual siempre les debía a los servidores municipales sus sueldos. Sin duda ponía de su bolsillo para salir adelante con los compromisos administrativos; inclusive se sabe que durante los dos años de su administración, 1937 y 1938, no cobró sus sueldos.
En 1923 el Estado le otorga un subsidio al Ayuntamiento de Tepic, por la cantidad de 12 mil pesos para la construcción del mercado. Y en 1929, se aplica un impuesto del 10%, para el mismo fin, la construcción del mercado Juan Escutia. En1934 aTepic, a le otorgan crédito por 93 mil pesos para obras de agua potable.
Este crédito se amplía en 1935 hasta por 165 mil pesos. Nuevamente en 1939, Tepic se endroga con 211 mil pesos para obras de saneamiento, que será cubierto con los excedentes de ingresos que generen los impuestos al agua potable y del mercado. A partir de 1940, como que se las atoró la carreta y convienen con el banco, prórrogas para cubrir los créditos.
En 1935, la Federación le presta al Estado 60 mil pesos y en diciembre de 1940, otro préstamo de 40 mil, estableciendo que serán cubiertos con descuentos de las participaciones federales.
En 1943 el estado se endeuda con 600 mil pesos para construcción de caminos; y posteriormente en 1944, para carreteras recibe otro crédito de Un Millón 250 mil pesos dizque pagaderos en 20 semestres. Otro más en 1946 por Un millón 900 mil y en 1947 por Un millón de pesos para el mismo fin, carreteras y caminos.
El banco que otorgaba los créditos era el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas, sin duda el padre de Banobras. Así es como cada administración Municipal o del estado, han venido adquiriendo deudas que no se cubren en el periodo de tres o seis años y siempre empeñando lo que no tienen, o sea las participaciones federales que luego les hacen recortes, como ha sucedido recientemente y e entonces en donde la puerca tuerce el rabo, y al no poder cubrir los compromisos, se hacen renegociaciones con los créditos.
Que en septiembre las nuevas administraciones no chillen cuando vean las arcas sólo con telarañas y documentos vencidos. escanio7@hotmail.com.
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