Una vieja historia china cuenta que una vez un bandido cometió tantos robos que finalmente fue llevado ante los tribunales y condenado a muerte.
Antes de su ejecución el bandido pidió un último deseo: ser acunado por su madre por última vez. El juez concedió su deseo.
Cuando su madre abrió sus brazos y estuvo a punto de acunarlo, el bandido mordió con fuerza su pezón. Su madre estaba desconcertada y le preguntó a su hijo por qué le hacía daño a su propia madre momentos antes de morir. El bandido contestó con lágrimas en sus ojos:
- Cuando era chico y por primera vez tomé ventaja de un hombre, no me regañaste; en cambio, me elogiaste y me dijiste que era muy inteligente. Cuando robé por primera vez y traje lo que había robado a casa, tampoco me reprendiste. En cambio, me halagaste y lo llamaste un acto de la piedad filial. Tú eres la razón por la que me he hecho un ladrón desenfrenado y que hoy está a punto de ser ejecutado; ¿Por qué no me estás aplaudiendo ahora? Si no me hubieras arruinado y si me hubieras disciplinado siempre que me encontrabas haciendo algo malo, ¡hoy no estaría afrontando la guillotina!
Los padres no debemos ser demasiado tolerantes, ni demasiado estrictos. Sólo cuando hay padres sabios, hay buenos hijos. Sólo cuando hay padres afectuosos, hay hijos respetuosos. Tenemos que ser conscientes de esto.
Siempre queremos dar lo mejor para nuestros hijos, pero ¿qué es lo mejor para ellos? Es responsabilidad de los padres proporcionar alimentos, vestimenta, afecto y contención a sus hijos, pero más importante aún: ¡Debemos enseñarles a ser buenas personas!
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