Las tradiciones son las tradiciones. Miles de familias se reunieron en torno a las tumbas de sus difuntos durante la celebración del Día de los Muertos y a las afueras de los cementerios hubo de todo. Caos vial, vendedores ambulantes de cañas, antojitos, fritangas, frutas, aguas frescas y hasta hot cakes.
“Obscura soledad estoy ♪ viviendo, la misma soledad de tu sepulcro ♫ ”. Las canciones que hablan de recuerdos y las preferidas en vida por los difuntos, se dejaron escuchar en todos los panteones de la zona sur, ya que los músicos, sabedores de las tradiciones mexicanas, acudieron a ofrecer sus servicios y tuvieron buen día, pues hubo trabajo para ellos.
Miles de personas en Ahuacatlán, Jala e Ixtlán cumplieron de nueva cuenta con el ritual; es decir, con la tradición de visitar las tumbas de sus muertos, llevarles su música preferida, llorarles, rezarles y llenarse de recuerdos, muchos recuerdos para luego llorar otra vez, aunque también hubo risas al evocar momentos felices y anécdotas.
Flores naturales y artificiales, coronas hechas en casa de todos colores y papel de china, bastaron para que las criptas lucieran elegantes en este día tan especial, el Día de Muertos, celebración única en el mundo.
En Ahuacatlán, las puertas del Panteón Municipal se abrieron a las 6 de la mañana para recibir a más de 3 mil visitantes, quienes emocionados visitaron a sus seres queridos.
Tal es el caso de Genoveva, quien acompañada por sus hermanos y familiares, acudió a visitar la tumba de sus padres. Un ramo de flores no bastó para celebrar este día. Un acordeón y una guitarra, alegró el momento, sin embargo, su hermana rompió en llanto al escuchar la letra de Amor Eterno.
Dos misas en la capilla del panteón; a las 10 de la mañana y a las cuatro de la tarde. El exterior se convirtió en una feria. Se instalaron desde vendedores de tamales, pan de muerto y flores, hasta vendedores de tacos y enchiladas.
Después de lidiar con los ambulantes de flores, cañas, comida, y también de botes con agua, los deudos se encontraron con los suyos. Ahí, sobre sus tumbas, recordaron los momentos que pasaron juntos en vida.
“El día en que yo me muera, no voy a llevarme nada…”, parte de una estrofa de la canción “Un puño de tierra”, se escuchaba por todas partes; más aún en el panteón viejo de Ixtlán, a donde acudieron mariachis, conjuntos norteños y tríos a ofrecer sus servicios. A 50 pesos la melodía. Alrededor de ellos, una familia que le rendía culto a su madre fallecida el año pasado, lloraba inconsolable.
Las ofrendas en el dos de noviembre, no podían faltar. Las tumbas, olvidadas durante meses, se convirtieron prácticamente en centros de mesa y arreglos florales. Los colores amarillo, morado y blanco, le dieron un aspecto diferente a los cementerios.
El sol pega con fuerza, pero en el panteón de Jala es un constante ir y venir. En el nuevo cementerio, la familia Galindo acomoda flores artificiales sobre una tumba, de una en una; “No por favor; no me entreviste a mí; mejor a mi hermana. Ella sabe hablar mejor que yo”, dice una joven mujer.
No falta el chiquillo medroso que, jalando la mano de su madre se resiste a entrar al cementerio. “¡Ya vámonos mami, ya vámonos!”.
Excelente coordinación la de personal de protección civil, seguridad pública, comisión nacional de emergencia y tránsito del estado. Un festejo tranquilo fue el que se desarrolló ayer en el sur con motivo del día de muertos. Un poco de congestionamiento vehicular, pero nada de cuidado.
“Pues sí, cada año vengo al panteón. Le rezo a mis queridos difuntos”, dice Norberto Rodríguez; y al pie de la tumba de su extinto suegro, señala que hoy en día se ha perdido un poco la sensibilidad para la confección de coronas… “ahora nos vamos a lo fácil, las compramos donde sea”, aduce.
Las tumbas quedaron llenas de vida con las flores y algunas, hasta con veladoras encendidas, pero en unas semanas estarán como en el resto del año: olvidadas hasta que llegue otro dos de noviembre.
Para muchos el Día de Muertos más que un día triste, es un día donde recuerdan las buenas acciones de quienes se nos adelantaron en el camino y que ahora, nos cuidan desde el cielo.
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