La muerte anticipada
merodea los rincones de la tierra
en equidistantes submundos
a la comodidad y la riqueza.
Se le mira ansiosa de carnes, sangre y huesos;
abismal es el hueco que corroe sus adentros.
Los buitres le acompañan alabando su expansión
el número de víctimas, su fuerza y determinación.
Mientras cuervos se alimentan
de los ojos moribundos
de los dignos insurrectos
que le enfrentan con arrojo
fundados e informados
con denuncias y pañuelos,
la consigna y cacerolas…
devenir de un buen comienzo.
El azul de este planeta
violentamente se ha teñido
brillante es el rojo que aniquila su latido:
alarma toxicológica
barrios insalubres
escases del agua y comida
saqueo de los recursos naturales
neoliberalismo
narcotráfico
neocolonialismo
pederastia
feminicidios…
El gris devine enseguida
amenazas y mentiras
el estigma “terrorista”
aviones, barcos y tropas
obedientes en su fila.
Los dedos sobre el gatillo;
el hollín de la conquista.
Nuestro hogar se desmorona
llora y arden sus entrañas,
se resiste y se desgarra,
grita a través de voces acalladas;
de huérfanos en duelo
madres sin respuesta
de cuerpos torturados
desde el campo y la academia
desde pueblos olvidados;
marginados en las Sierras.
La justicia apremia.
La lucha es por la vida
se transforma en resistencia
no queda otra herencia
ya no sirven las promesas,
la fe se ha tornado ciega y lastimera.
¿Cuándo moriremos en paz en esta tierra? o
¿Hasta cuándo vida te abrazaremos con vehemencia?
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