Omar G. Nieves
En la campaña electoral de 2008 una distinguida señora me expresó su indiferencia por el proceso electoral para elegir a los alcaldes de Ahuacatlán diciendo que ella no acudiría a las urnas en esa ocasión porque no pensaba votar por una persona más ignorante que ella:
“Cómo voy a votar por uno más pendejo que yo – indicó con aplomo –, por uno que ni siquiera terminó la secundaria”… Después, la señora se refirió a cada uno de los candidatos que andaban en campaña. Uno, el del PRI, de procedencia rural y dedicado a la agricultura. Otro, el del PRD, comerciante y vendedor de tacos. Y el otro, el del PAN, tablajero, y con un rentable puesto en el mercado Aldama.
El comentario de esta dama nos pone a reflexionar sobre el perfil que debiesen tener los políticos que buscan puestos tan importantes como los que recaen en la figura presidencial o el poder ejecutivo; pues aunque la ley no exige ningún grado académico en el caso del presidente municipal, todos solemos hacer comparaciones y tener un predilecto cuando llegan los tiempos electorales.
¿Es indispensable que quienes aspiren a ser alcaldes cuenten con una profesión o un mínimo de grado escolar? Desde mi punto de vista no; aunque lo ideal es que sí. Deseable mas no indispensable. En el caso de Chuyín Bernal, quien es el tablajero que actualmente ocupa la silla, creemos que ha demostrado hacer un buen trabajo, como gestor y como político que tiene bien puestos los pies sobre la tierra. Empero, Chuyín sigue siendo un político advenedizo, de los que incursionan en la actividad sin conocer el oficio a plenitud y que, para fortuna de los ahuacatlenses, ha sabido aprovechar los golpes de suerte convirtiéndolos en experiencias que a la postre las aplica dando como resultado: obras, obras y más obras.
Y es que el político prominente se forma de casualidades favorables, experiencias y un instinto común que madura como el sabueso: en la práctica. Así como aprende un niño a andar en bicicleta o nadar, así el político se enseña a conducir los destinos de un pueblo: montado en su bicicleta, sumergido en el agua.
Pronto llegará el tiempo en que esta generación de políticos sin profesión sea suplida por los que se han preparado mejor en la escuela, no obstante, mientras no tengan el olfato del sabueso – ¡Y vaya que no lo tienen! – seguirán cayendo de la bicicleta y ahogándose en el agua.
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