Omar G. Nieves
Desde una pequeña aldea, hasta la más cosmopolita de las ciudades sufren los estragos del cambio climático. Basta darse una vuelta en la noche por las calles de nuestro pueblo para constatar la desolación, producto del clima gélido que nos hace permanecer en casa; resguardados y, tal vez hasta inconscientemente, ajenos al problema del calentamiento global.
Ayer, en Galeana, una pequeña localidad de Nuevo León, bajó la temperatura a seis grados centígrados. Y si a nuestro coterráneo lector le sigue pareciendo distante el fenómeno, le informamos que en el sur del estado seguirá descendiendo la temperatura hasta llegar el próximo fin de semana a cero grados centígrados, según los pronósticos del clima.
El medio ambiente, la naturaleza o lo que algunos llaman madre tierra es un regalo de Dios para cohabitarlo en condiciones que nos permiten crecer como seres vivos – lo espiritual es cosa distinta –. ¿Pero qué hemos hecho nosotros? Le hemos puesto fronteras a lo que escapa de estas. Hemos modificado las condiciones, sin conocer las leyes, como si fuéramos dioses. Y hoy, que se nos están revelando las cosas, no llegamos al consenso para remediarlo.
Durante el renacimiento – que literalmente significa “volver a nacer” –, el filósofo Francis Bacón sentenció que para dominar a la naturaleza es preciso someterse a ella; instrucción que por cierto viene consignado en el libro de Génesis, cuando Jehová mandó sojuzgar la tierra y señorear aves y demás animales; sí, pero sin sobrepasar sus mandamientos.
Este día concluye la XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático – COP 16 – en Cancún. Ahí se han reunido los líderes mundiales y representantes de la mayoría de los países del mundo. Ahí estamos todos, y ahí se tomarán acuerdos que repercutirán en nuestra forma de vida para los próximos años. Como por ejemplo, si nos mantendremos enclaustrados la mayor parte del día en la casa porque no nos será posible exponernos a un clima abrasador o glacial.
¿Catastrofista? No creo serlo. En 100 años la temperatura del planeta aumentó 0.8 grados centígrados, y vean los efectos que hemos tenido. En 100 años más la temperatura habrá aumentado 4 grados más. Pero antes, en el 2030, se dice que 5 millones de personas estarían en riesgo de morir debido al calentamiento global. ¿Les parece esto alarmista?
Les expongo algunas cifras más:
“Cada año se pierde el equivalente al territorio de Inglaterra en bosques”.
“En 2006 México emitió el dióxido de carbono que Malí en África en 767 años”.
“En 115 años México ha contaminado lo que Estados Unidos en 8.2 años”.
“Nuestro país ocupa el lugar 14 de los países que más han contaminado, pero muy detrás de Estados Unidos, China y Reino Unido”.
Como se ve, los países más desarrollados son los que más contaminan. Son los mismos que tienen la hegemonía del mundo, los que siguen explotando a las naciones, y los que, ¡Para colmo!, se rehúsan a cambiar sus políticas económicas, que al final de cuentas es la verdadera causa del ecocidio y genocidio que está por ocurrir.
Ayer fue un mandatario indígena el que mejor defendió la preservación del ecosistema. Evo Morales, el presidente de Bolivia. Aquel hombre sencillo que en 2004 caminó perdido entre la multitud de una marcha que se hizo en Guadalajara, como un ciudadano del mundo cualquiera, para protestar por las políticas del liberalismo económico que dejan a la producción en la total anarquía.
Evo Morales, entre otras cosas, expresó las siguientes frases: “No venimos aquí por la sobrevivencia del capitalismo mediante bonos de carbono. Aquí venimos para salvar la naturaleza, al planeta. No venimos acá para convertir la naturaleza en mercancía… no podemos desde acá, a puerta cerrada, tratar de imponer documentos que no expresan el sentimiento de los pueblos. Si somos presidentes democráticamente electos por nuestros pueblos, tenemos la obligación de escucharlos; tenemos que defender los derechos de la madre tierra. Quienes no respeten sus derechos deben ser juzgados”.
Ojalá – palabra de origen árabe que significa “Dios quiera” – que el COP 16 no quede como el registro histórico de una cumbre más que tuvo la oportunidad de encauzar el barco.
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