“El trabajo dignifica a la gente”, reza un dicho popular; sin embargo, a la fecha hasta oficios antes indispensables han perdido su utilidad. El desarrollo de la tecnología a empujado a afiladores, a soldadores, sastres, panaderos, pajareros, peluqueros y otros más, al olvido.
En contraparte, si en épocas anteriores hubo quien se opusiera a las máquinas al grado de destruirlas para salvar su empleo, ese famoso dicho que dice: “Si no puedes con el amigo únete a él”, parece haber dado buenos resultados – por lo menos a algunos –y en torno a la computadora ha nacido más de un oficio.
De hecho, en momentos en que el desempleo es la preocupación del momento, hasta buscar trabajo se ha convertido en un verdadero oficio; y pese a ello, es innegable que el número de oficios nuevos es considerablemente menor al de los que han desaparecido o que están a punto de sucumbir.
De estos últimos solo queda el recuerdo y por supuesto una que otra imagen.
SOLDADOR Y AFILADOR:
Un brasero rústico hecho a base de un bote “chilero”, el indispensable cautín; un cajón de madera donde se guardan los demás implementos de trabajo – soldadura, ácido para limpiar, el esmeril – y su inseparable e inconfundible flauta –algunos le llaman silbato – han sido siempre “parque y fusil” de quienes se dedican a este noble oficio. Lamentablemente, según lo explica el señor José Hernández Rivera, son pocos los que quedan… “¡Le afilamos sus tijeras, le soldamos sus ollas, sus cazuelaaaas!”, seguido del clásico sonido de su flauta. Esto es lo que distingue a los soldadores y afiladores.
Originario de “sepa Dios” –como dice él mismo, el señor Hernández Rivera, quien desde hace casi 70 años radica en la cabecera municipal de Ahuacatlán, con nostalgia afirma que, “Ya no es la misma de antes. Ahora con trabajo sacamos para mal comer; pero a mí me encanta recorrer las calles… vacilando, vacilando, ahí la llevamos”, repite una y otra vez, al tiempo que introduce el cautín en las brazas.
PAJAREROS:
Canarios eran de los más solicitados y también de los más caros, como pericos, gorriones y aquellos jilgueros, cenzontles y hasta colibríes, era de los que mayor demanda tenían.
Los pajareros que llegaban a la ciudad de Tepic, a Ixtlán del Río o a Ahuacatlán, generalmente procedían de La Costa nayarita, aunque también venían de otras entidades, como Hidalgo y Querétaro.
A veces cargados con aves exóticas, era común verlos en las plazas y mercados, o bien en las calles, cargando sobre sus lomos una torre de jaulas, mientras que los pajarillos revoloteaban como queriendo escapar del cautiverio. El regateo era para ellos cotidiano: “¡Ándele marchanta, llévese un cenzontle por solo 20 pesos – de esos grandotes que traían impresa la imagen de Morelos –.
PANADEROS:
El panadero repartidor a domicilio es otro de los personajes del barrio que muy poco se ve. Su erguida figura, con la inmensa canasta de las que fabricaban en Jomulco base de palma y otate sobre su cabeza, se cambió por las flamantes unidades motoras. Ahora, para adquirir las campechanas, las conchitas, hojaldrados, polvorones y bolillos, hay que desplazarse hasta la panadería y en donde también ahí ha cambiado todo.
En lugar de los hornos de adobe y de ladrillo que se calentaban a base de leña, hoy han sido reemplazados por los modernos hornos de metal eléctricos, por lo cual hasta el pan ha perdido su sabor. Las máquinas han sustituido la mano del hombre.
PELUQUERO A DOMICILIO:
El casquete corto o regular, medio abultado, eran de los cortes clásicos de los peluqueros que en plena calle, o dentro de sus propios domicilios, a la luz del sol y su experiencia practicaban a sus clientes.
Recordamos entre otros a aquel personaje al que conocían como “El Mudo”, Una caja de madera cargada sobre sus hombros. En él guardaba su maquinaria manual, sus tijeras, jabón y una larga “tira” de baqueta utilizada para afilar su navaja de rasurar.
Peluquero a domicilio ya no existen; en lugar de eso ahora es necesario acudir a las salas de belleza o a la estética unisex.
SASTRES:
De mezclilla o casimir; daba lo mismo. El sastre durante mucho tiempo tuvo el privilegio de ser uno de los personajes que mayor demanda tenían. Cinta métrica colgada al cuello. Con ella le tomaban “la medida” a los clientes. Pocos son los que actualmente profesan ese oficio. Las grandes fábricas han tomado su lugar, además de que las costureras se multiplicaron al por mayor.
La modernidad ha hecho que muchos de estos oficios hayan quedado en el olvido. Ahora solo quedan los recuerdos.
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