IXTLÁN DEL RÍO.- Tiene 55 años y casi 11 sin ver a algunos de sus hermanos. Su tristeza es tan notable que recuerda que año con año, su hermano, el que vive en Estados Unidos de América, le habla para decirle que lo visitará, pero al final no lo hace.
Año con año, Humberto García Rosas, compra un marrano para cocinarlo y disfrutarlo cuando su consanguíneo llegue, pero siempre se ha quedado allí. Este destino parece que seguirá así para él, a menos que uno de sus hermanos quiera cambiarlo.
Desde que tenía un año, su padre ya no estuvo con él. Un problema en el corazón de su papá, lo obligó a dejarlos. Así, Humberto tuvo que seguir adelante, al igual que su madre junto a sus pequeños hijos, quienes le ayudaban con sus obligaciones.
Humberto ya estaba en primero de primaria y tenía 12 años de edad. En varias ocasiones sus maestros lo reprobaron debido a que era muy alegre y le gustaba hacer mucho desorden tanto en el salón como fuera de él.
Luego, la situación económica de familia no podía sostenerse más y tuvo que empezar a vender pan o tamales. Por las calles, Humberto ofrecía los productos que su familia elaboraba, el dinero que ganaban lo empleaban para la comida.
Trabajo, trabajo y más trabajo. Humberto duró 16 años en una marmolería, allá en Tepic; seis en una hielera y lleva once vendiendo frutas en las calles de Ahuacatlán e Ixtlán. Una de sus hijas lo ha tratado de convencer para que deje de hacerlo, pero el aburrimiento no se lo permite.
“Nunca me ha gustado estar en mi casa tanto tiempo, me aburro mucho, por eso decidí vender fruta. La compro con el Chilas o directamente de La Costa. Mis hijos ya están casados y la mayoría de mi familia vive fuera, casi no me visitan”, se queja.
Hoy, luego de todos los problemas que enfrentó cuando era pequeño, Humberto lamenta no haber podido seguir estudiando aunque reconoce, que ya de nada sirve. Sin escuela, se enorgullece de no estar tan atrasado como se pudiese pensar de él.
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