
Paola tenía un gran problema con Gustavo, su hijo de cinco años. El niño tenía la particular adicción a los caramelos. ¡Le encantaban a más no poder!
La mamá muy afligida por los problemas de salud que su hijo pudiera tener, no sabía qué hacer para que el niño dejara de comer caramelos. Había agotado todos los recursos, incluso había llegado a castigarlo físicamente, pero Gustavito hasta se escondía para saborear los deliciosos caramelos.
Un día se le ocurre a Paola llevar con engaños al niño con su padrino, al cual apreciaba y respetaba bastante. Buscaba que éste la aconsejara y ayudara al niño para que dejara la adicción a los caramelos.
En casa del compadre Paola dice:
– Compadre he venido a visitarlo porque ya no se qué hacer con mi hijo. Este pequeño bribón no deja de buscar los dulces. Yo quisiera que usted le diga algo al niño. Aconseje a Gustavito que deje el chupete. Él a usted lo quiere y lo estima mucho estoy seguro le obedecerá. ¡Ayúdeme compadre!, dígale algo a mi hijo.
Nacho, el padrino, se queda un momento en silencio pensativo y no opina nada; pero después de un rato le dice a su comadre:
– Bueno, yo le puedo ayudar pero no en estos momentos comadre. Le ayudo con el niño, pero por favor tráigamelo dentro de 30 días. Ahora no se me ocurre nada para colaborarle.
Paola acepta el trato y decide volver en 30 días. Cree que así su compadre tendrá tiempo de sobra para prepararse.
Pasan los 30 días de mucha impaciencia para Paola, pero de mucha dulzura de caramelos para Gustavito. Nuevamente van a casa del compadre. Nacho ni bien ve llegar al niño, empieza a increparle que los dulces hacen daño, que los chupetes le traerían problemas, con los dientes, con esto, con lo otro y en fin; el compadre se la paso como tres horas aconsejando y convenciendo al niño para que deje de comer caramelos.
Termina su prolongada terapia “caramelística” con la promesa que hace el niño de dejar los dulces.
La comadre contenta y alegre pues confiaba en que todo iba a cambiar desde ese momento, pregunta a su compadre:
– ¡No me explico cómo hace 30 días usted no logró dar ni un solo consejo a mi hijo! ¡No entiendo cómo ahora pudo estar tres horas aconsejándole!, ¿Por qué usted me hizo esperar 30 días compadre?
– ¿Sabe qué comadre Paola?, yo hace 30 días no podía aconsejarle al niño, pues yo también era un ADICTO A LOS DULCES, pero en estos 30 días pasados he logrado abstenerme y dejar los caramelos y ahora me siento capaz de poder aconsejar como hacerlo, pues ya dejé de comerlos.
Usted no puede hablar y aconsejar sobre el amor si en su corazón existe odio.
Usted no puede hablar de alegría, si vive lleno de tristeza.
No podemos hablar de paciencia, si somos impacientes.
No se puede aconsejar acerca del perdón, si no hemos perdonado.
Nadie puede referirse a la humildad, si es orgulloso y vanidoso.
Imposible hablar de trabajo y ser valientes, si somos flojos y perezosos.
No se puede hablar de fidelidad, si se es un adúltero.
No se puede hablar de pureza, si usted está impuro.
Difícil tratar de guiar a los demás si no conocemos el camino.
No puede pensar en el cielo, si vive solo pensando en lo que hay en la tierra.
En fin usted y yo no podemos aconsejar, y decir a los demás que cambien sus vidas, si nosotros primero no cambiamos nuestra vida. Usted no puede enseñar a los demás a dejar de comer caramelos, si usted es un adicto a los dulces.
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