Mientras escucho el chipi chipi de la lluvia, llega a mi mente el recuerdo de mi hermano “Sera”, fallecido en febrero pasado. El sufrimiento, sus dolores, su desesperación por salir de aquel largo trance que lo orilló a postrarse en cama por más de un mes, en el Hospital Central de Tepic.
Escribo estas líneas justo en la víspera del día que cumpliría años. Saco cuentas y es así como deduzco que este 14 de noviembre llegaría a los 59 años. No lo logró. La guerra que enfrentó hace nueve meses, acabó. No hubo más pelea porque dispuso partir a otros rumbos, desconocidos por nosotros.
Lo imagino en ese azul inmenso rodeado de muchísima paz, sonriendo siempre, pateando el balón con sus pies descalzos o conversando pasivamente con mis padres, Geña y Agapito.
Sí, de no haber sido sorprendido por la muerte, mi hermano “Sera” estaría festejando hoy su cumpleaños. En su lugar habrá silencio, que es lo que nos queda. No hay palabras qué expresar; no las hay.
Mis otros hermanos y yo no podremos verte esta vez; ni hoy, ni mañana. Ya no estás con nosotros. ¿Qué estarás haciendo “carnal”? ¿Traes puesto tu pantalón negro y tu camisa a cuadros color azul? ¿Estás con Maruja?… No, no lo creo. Supongo más bien que platicas con mis padres mientras saborean los frijoles refritos y una taza de café de olla, con sus respectivas galletas de animalitos.
¿Allá donde estás no cortas limones? ¿No has visto por ahí a “La muñe”? ¿Sabes?, ¡El lobo te extraña!, ladra con frecuencia mientras mira hacia la banca donde solías sentarte, ahí, a un lado de mi madre.
Sí, ya lo sé. No acostumbrabas festejar tu cumpleaños; pero acá estamos tus hermanos, recordándote siempre en esta fecha especial. No alcanzaste a llegar a los 59… nos dejaste sumidos en la tristeza; sin embargo te prometo que en nuestro reencuentro festejaremos el tuyo y el mío, ¿Sale?
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