Van a decir: “Este Miguel ya se volvió loco. ¡Cómo se le ocurre, comparar a su padre con Slim, el hombre más rico del país, y uno de los más ricos del mundo! ¿Qué trae el Miguel? ¿Por qué comparar a su padre con Slim?, porque… no hay punto de comparación”.
Ciertamente, no hay punto de comparación. Mi padre es un tesoro, hablando de su alta y elevada moral. El otro, Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo, es una piltrafa, vacío, hueco, malvado, perverso, criminal porque despoja a la nación de sus bienes sin escrúpulo alguno, explotador a todo lo que da; es decir, este mal mexicano, es un enano del tapanco, en términos de su ética, ya que, todo lo mide en pesos y centavos; como decía Hidalgo, el único dios de Slim, como de todos los ricos, es el dinero.
La comparación entre mi padre y Slim, es completamente válida y muy oportuna, dado el ambiente general que vivimos en Nayarit, en Tepic, en México y el mundo, dónde la plata pretende colocarse por encima de los valores éticos y morales, cuando debe ser al revés, tal y como algún día, así será, sin duda, ya que esta relación prevaleciente y forma de vivir entre los humanos, dónde la moral sea lo preeminente, será la verdadera democracia.
La vida humana, va más allá de pesos y centavos. La vida, es más que eso. La vida, más que dinero, es moral. Ese es, justamente, nuestro problema.
El problema de México, es moral. El problema de Nayarit, es moral. Aunque la moral no es un árbol que da moras, como algunos ignorante o perversamente, creen. En 1810 el problema del país era moral. Con Juárez, en la Reforma, el problema del país, era moral.
En 1910, la Revolución estalló porque el problema de México era moral. Hoy en 2016 no es la excepción. El programa de gobierno, ahora, de los mexicanos que están al frente de la problemática nacional, considera, en primer lugar, la transformación moral de la sociedad, que significa, ni más ni menos, construir una conciencia patriótica entre las grandes masas mexicanas.
Con moral, resolvemos todo. De allí, parte todo. La moral resuelve la economía. La moral resuelve la política. La moral resuelve los problemas sociales de la comunidad. La moral, es política interior y exterior de todos los países. Los gobiernos que se guían con moral y ética, son los que están a la vanguardia de la comunidad internacional.
Mi padre, en moral y ética, aventaja con mucho, radicalmente, a Slim, admirado por infinidad de personas, por el sólo hecho de poseer una da las fortunas económicas más inmensas de la tierra. En moral, no hay punto de comparación, entre mi padre y Slim. Mi padre es un ejemplo; el otro, Slim, es una vergüenza.
Mi padre, Leobardo González, agrarista, talabartero, ejidatario, productor de ganado, soldado cardenista de la Defensa Rural, padre de cinco mujeres y tres varones, gran abuelo, ya fallecido, nació, justamente un 18 de enero, en un ranchito cerca de Puga, hoy Francisco I Madero, en el Municipio de Tepic, Nayarit, México.
Ocupó cargos en la directiva del ejido, entre ellos, cuidar los centavos de la tesorería, lo que me llama la atención, porque con el cuidado y esmero que llevaba las cuentas, centavo tras centavo, todo administrado y monitoreado, con una pulcritud que, en los días que corren, me deja impactado, con los ojos abiertos, dada la descomposición existente en la sociedad, hoy en día.
Ni de relajo, a Leobardo, mi padre, se le hubiera ocurrido, desviar o agarrar o robar de la tesorería ejidal, siquiera un centavo, o un peso, para su disfrute personal o de su familia; tal hecho, lo hubiera considerado una traición a sus compañeros y compañeras del ejido, a quienes, mes a mes, les daba el corte de caja, con el escrúpulo que sólo a un ser humano, tal cual lo fue él, se le ocurría hacerlo y practicarlo, pero, ¡¡¡con qué mística y formas ceremoniales y protocolarias lo hacía!!! ¡¡¡Cuánta satisfacción se le veía luego del deber cumplido ante su ejido y sus compañeros y compañeras en la asamblea general!!!
El otro, Slim, sí, es uno de los personajes más acaudalados de la tierra, pero, ¡a qué precio!, despojando y apropiándose de lo que no es de él, como fue el caso de la empresa telefónica, adquirida a valores de regalo, conduciendo su vida sin escrúpulos ni moral.
Hoy, por hoy, lo que se requiere es moral, en la conducción de la sociedad. Justamente, la moral que nos heredó ese gran ser humano, de nombre Leobardo González Díaz, mi padre, al que no cambio por nada del mundo, por Slim, el más rico de México y uno de los más ricos de este injusto y antidemocrático mundo.
Leobardo, es gran ejemplo. Slim, es descomunal vergüenza.
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